tag:blogger.com,1999:blog-76297263424532182752024-03-14T00:56:27.089-07:00El Sexto DíaUnknownnoreply@blogger.comBlogger65125tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-38724918314781853852010-12-15T12:42:00.000-08:002010-12-15T15:01:52.631-08:00<a href="http://open.spotify.com/track/5nX7XOyyi8LjONpJYMtiTw"></a> <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> <span style="font-size: x-large;"><b>Cosas de botica</b></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 35.4pt;"><i>A mi padre, cómo no</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Tal vez sea el hecho de tener entre las manos altas cuestiones, relacionadas con el mecanismo a través del cual la vida se hace posible, lo que establece una nueva jerarquía de importancias dentro la mente de los estudiantes de medicina, y queda la caligrafía, como es evidente, relegada a uno de los últimos lugares. O tal vez sea otra la razón, más lógica y profana, relacionada con la naturaleza de unas clases en la que los futuros médicos han de estar tomando sus notas a la carrera, la que explica que las recetas que algún día expedirán estén escritas más que con letras, con extraños bocetos de éstas que sólo podrán ser leídas por aquel cuya ayuda reclamamos después asistir a toda consulta. Parece que el farmacéutico, por compartir con el doctor la solemnidad de la bata blanca, es el elegido para descifrar estos criptogramas, aunque quizás deberíamos plantearnos si esto se debe a una capacidad adquirida a lo largo de los años para poder desentrañar dicho código, o existe de nuevo otra causa más sencilla. Y es que por lo general, en ámbitos reducidos y rurales como éste, el farmacéutico conoce perfectamente a sus médicos, está habituado a ellos y a su trabajo, y a veces, sólo con realizar una relación entre los síntomas que presenta el enfermo y el nombre de su médico, es capaz de intuir el medicamento en cuestión. Esta afirmación puede probarla el día en que Tomás, farmacéutico local, después de estar media hora mirando una receta de todas las formas posibles, se vio obligado a ir al centro de salud en busca del médico que la había escrito. Ni reconoció la caligrafía, ni tampoco pudo siquiera imaginar cual sería aquel medicamento cuyo nombre abarcaba cuatro líneas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Veinte minutos después de su salida, cuando Amparo, sentada en un pequeño banco que había en la farmacia, lo vio llegar, o más bien, vio entrar esa gran figura de bata blanca que para ella era el farmacéutico, y escuchó decir que nadie sabía de donde había salido esa receta, volvió a relatar nerviosa, de forma mas embarullada esta vez<b>, </b>la misma historia que ya había contado antes, en cuanto llegó al mostrador con el<b> </b>papel en la mano<b>.</b> Que es cierto, no lo inventé, y se levantó a duras penas. Sé que ya no veo, pero mi nariz no me engaña, y olía a jara, olía demasiado, no puedo haberlo soñado. Es que ya hace tiempo, ¿sabes?, hace tiempo siento como un nudo aquí, en el pecho. Es como si me faltase algo. Al principio creí que era la muerte que me avisaba, pero no es así, aunque no estaba equivocada del todo, porque me puse a pensarlo y es lo mismo que le paso a mi madre y a mi hermano. Es como una tristeza, ¿sabes?, un mal de familia. Mire, mi hermano no murió de lo que dijeron los médicos, o sí, pero había algo más. Recuerdo cuando me dijo ay, Amparo, hoy me he levantado como para irme volando al cielo, porque no siento peso, alguien me ha vaciado por dentro. Y al año siguiente, después de médicos y hospitales, lo enterramos por esa maldita tristeza, que es lo que yo tengo. Lo sé, pregúntenselo al médico. ¿Y mi madre?, mi madre lo mismo. El día que vio como el caballo de mi padre bajaba del monte sin él, el pecho se le llenó con la nada. Lo sé, yo solo era una niña, pero se lo veía en la cara cuando lo buscábamos allá arriba, por esos bosques donde seguro anda todavía el alma de mi pobrecito padre buscando a la de mi madre, que es seguro lo que se le cayó y dejó ese hueco que llena la tristeza. Creo que si, que es eso, tiene que ser eso, es el alma lo que se te cae. Y al no tener alma uno se vuelve débil y deja que la muerte le ataque. Es el alma lo que se cae, y yo hace tiempo venía sintiendo que lo hacia despacito, goteando, o como cuando deshaces un jersey de lana tirando de un hilo. Pero hoy ya no había nada, he despertado de un susto, sin poder respirar, y vine corriendo al médico. Sí, vine sola. Sé que ustedes no lo creerán porque no suelo salir sola de casa, pero he llegado sola, qué sé yo, quizás me ha empujado el miedo a que la muerte apareciese en una esquina, porque después de la tristeza llega la muerte, es así, le pasó a mi hermano, le pasó a mi madre. Pregúntenselo al médico, él me escuchó, dijo que me comprendía y me hizo esta receta, esta que ven aquí.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Trabajar tras un mostrador como el de una farmacia acaba dando al dependiente, a lo largo de los años, cierto aire de sabiduría manifestada no sólo en cuestiones médicas, en tener un respuesta para cada dolencia o malestar, sino también en la maestría para escuchar y, en consecuencia, para actuar del modo más alentador posible. Después de tranquilizarla exponiendo varias cuestiones, triviales en su mayoría, que explicaban todo aquello, Tomás le recetó algunos tranquilizantes, eso sí, no sin dejar de insistirle en que en que fuese cuanto antes a su médico, quien habría de diagnosticarle, según suponía él en sus adentros, la senilidad propia ya de la edad de aquella mujer. Y así daba él por cerrado aquel capítulo que no era si no otro más de los que había vivido a lo largo de su vida en esa farmacia. Desde que por primera vez, a los catorce años, se metió dentro de una bata blanca, hasta entonces, rozando casi el ecuador de la cuarentena, habían sido tantos los episodios pintorescos de los que había sido testigo, que a fuerza de repetirse se habían convertido en algo parecido a una rutina que por definición no sorprende, son simplemente momentos que se olvidan al abandonar la jornada. Sin embargo, toda regla tiene su excepción, y dos semanas después en una comida familiar, Tomás comentó asombrado como Joaquín, el marido de Amparo, había vuelto a la farmacia con aquella receta en busca de una solución para esa tristeza que el médico no había podido remediar. Pero de nuevo, pasados unos minutos, la imagen de esa receta se esfumó entre las palabras de sus hijos, entre los vasos de vino, entre platos que iban y venían, y la historia quedó perdida en el principio de la conversación de la misma forma que Joaquín lo hizo en la lluvia al salir de la farmacia con las manos vacías. Que podría saber el farmacéutico de la desolación que sintió anciano mientras veía caer las gotas de agua por las varillas de su paraguas, sabiendo que al llegar a casa no se iba a encontrar con la mujer que en otros días habría ido corriendo hacia él, alarmada con un “como me vienes así”, para obligarlo a quitarse la ropa empapada, y ayudarle después a ponerse otra cuya limpieza le daría incluso el calor que necesitaría para sacarse el maldito frío que con demasiada facilidad se entra a esas edades en los huesos. Ahora, justo cuando más necesitaba esa sencilla caricia del amor, ya no la encontraría porque su mujer se había ido marchitando progresivamente, trasformándose hasta quedar en un fantasma que andaba siempre con la mirada perdida, fija en alguna lejanía inexistente en la que parecía observar como ella misma se marchaba dejando atrás una replica inmóvil, un muñeco sin vida. Joaquín a veces soñaba con ella, con la que se marchaba. Era un sueño sin sonido en el que iba tras ella para pedirle cuentas por el amor que sin duda se había llevado, pero corría sin conseguir alcanzarla, solo veía su espalda avanzar por delante de él. Todo el sueño transcurría así hasta un final donde haciendo un gran esfuerzo rozaba levemente uno de sus hombros, ante lo que ella daba la vuelta a su cuerpo y, corriendo ahora de espaldas, aumentaba de un golpe la distancia que había sido recortada mientras lo señalaba con un dedo acusador. Entonces despertaba, asfixiado, estrangulado por la culpa que ese dedo le había disparado sólo un segundo antes, y recuperaba la respiración a la vez que extendía el brazo para tocar el de su mujer y comprobar que no se había ido definitivamente dejándolo en la soledad más completa, sin la esperanza de poder recuperarla, o al menos de averiguar si era cierto y en él estaba la causa de su tristeza. Por eso, y a pesar que desde un principio creyó que aquella receta era el fruto de un delirio senil, terminó por acceder a las suplicas de Amparo y regresó a la farmacia. Esto es absurdo, se repetía en el camino de ida, pero a la vez se daba cuenta de que él mismo había empezado a tener una pequeña fe en ella, diminuta, capaz de escurrirse entre los dedos de la lógica, aunque sin el tamaño suficiente como para poder materializarla en palabras y justificar así el estar nuevamente con el papel delante del farmacéutico. Por ello no supo que decir cuando llegó su turno. Se le echó a la espalda un silencio cuyo peso le hizo bajar la cabeza mientras asumía como un castigo la opinión de Tomás, quien a veces creía escuchar el susurro de un pero con el que Joaquín intentaba rebatirle, un intento inútil de negar la realidad que apenas era perceptible. Entonces lo supo, ya sólo le quedaría el silencio, el de Amparo y el de su impotencia para traerla de nuevo, y cuando creyó que el farmacéutico había terminado, se despidió débilmente con la mano, salió, abrió su paraguas y desapareció entre la lluvia.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> En el pasillo sus pies avanzaron desapercibidos entre el repiqueteo del agua en el tejado, y a él hubiera le gustado ir directamente al dormitorio, meterse desnudo entre las sábanas y cerrar los ojos para esperar escuchando el diluvio que habría de durar lo suficiente como para que un día Amparo apareciese allí, tumbada junto a él, descansando de su gran viaje, ya he vuelto, quería escuchar, ya he vuelto. Y al llegar al salón, la vio frente a la ventana. Podía haber actuado desde la ternura, acercarse a ella para acariciarle suavemente la cabeza, besarle con cariño y decirle que lo seguiría intentando, o tal vez pasar de lejos, preguntarle que si quería comer algo y quitarle importancia a todo aquello, al fin y al cabo, esa era la forma más natural de asumir la decadencia que a todos nos llega. Pero en su fondo, en ese donde brilla una luz que no entiende de edades o de reglas, se veía a si mismo como el guerrero que comunica su derrota en el regreso a la corte, lo hemos perdido todo, están todos muertos, igual que nosotros, mi reina, igual que nosotros habremos de estarlo pronto. Esto no tiene sentido, mi mujer no esta muerta, sólo enferma, la vida funciona así, hay que ser fuerte, tirar para adelante, si no yo también caeré, porque creo que empiezo ya a delirar. Se sentó entonces junto a ella con la determinación de intentar ahondar en su estado, o de explicarle que la edad, los años, que a todos nos pasa, que quizás sería mejor contar con la ayuda de especialistas, que esa receta no servía, que estaba viviendo de ensoñaciones y eso no podía ser bueno. Es la edad, mi vida, es la edad, yo te ayudaré, yo te cuidaré. Pero antes de abrir la boca, cogió la receta, pues esta iba a ser un soporte físico de su discurso, y se mantuvo unos segundos observándola, el misterio parecía haberse desvelado de golpe. Con la humedad, tanto el papel como la tinta, levemente corrida en algunas letras, se había deformado y las cuatro líneas se presentaban ahora ante sus ojos como un mensaje totalmente perceptible que leyó en voz alta:</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">Si le pesan las comidas</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">y se hincha su barriga</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">pase con Indrón</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">una dulce digestión</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No importaron ni su decepción ante lo dicho ni la sensación de estupidez que saboreó por haber caído en la trampa de un burdo espejismo, porque cuando levantó la vista encontró en la ventana un paisaje ligeramente distinto. Allí estaba, en el cristal, rodeado por los hilos de agua que resbalaban deprisa, con el fondo de las casas mojadas de su calle. Allí lo vio durante apenas unos segundos. Allí se mantuvo por un momento el reflejo de la sonrisa de Amparo. Las palabras, en su vuelo sin sentido de pájaros mojados, habían tirado de sus labios hasta dibujar el amago o la mueca de una sonrisa. Fue muy leve, pero Joaquín lo vio, y ya nunca se separaría de aquel papel. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Esa misma noche quiso soñar con una tormenta de granizo que llenaba la casa de risas estridentes, ensordecedoras, pero no pudo, le fue imposible dormir, su cabeza estaba en un continuo ir y venir de palabras por las que iba en volandas todo aquello que había querido decir a su mujer y finalmente no dijo. Aunque también llegaban las que había leído intentando descifrar la receta, una frase que en mitad de la oscuridad del cuarto se iluminaba, ya no eran pájaros mojados, sus palabras estaban ardiendo y se sostenían en el cable imaginario de la semántica, volaban de un lado a otro, e incluso llegaban algunos nuevas y se iban intercambiando dando lugar a nuevos significados. Y así fue pasando la noche hasta que pudo conciliar el sueño. Pero apenas descansó, porque tan solo dos horas después, cuando el sol aun estaba por salir, despertó y abandonó en silencio la cama. Casi a tientas, para no despertar a Amparo, abrió el ropero y comenzó a tocar su interior hasta dar con el traje que día tras día se quedaba siempre esperando, colgado en la esquina, y del que tras usarlo Joaquín siempre se despedía de la misma forma mientras lo volvía a poner en su sitio, hasta la próxima celebración, compañero, esperemos que no sea otro entierro.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Con la tranquilidad del que disfruta de una tarea bien realizada, se afeitó cambiando el nutrido bigote, sin el que ya no se recordaba, por una línea perfectamente perfilada que le coronó el labio superior. A continuación se duchó y se metió poco a poco, asegurando cada pieza, en el traje de fiesta. Como hace ya años que perfumarse había salido de sus hábitos higiénicos, había perdido la capacidad de sopesar las cantidades correctas, y al entrar en la cocina se dio cuenta de que una insoportable nube de Baron Dandy lo envolvía obligándolo incluso bracear por momentos a su alrededor para sacudirse un olor que parecía haber cambiado con los años. Esta colonia esta más caducada que yo, pensó, y se echó un café. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Los primeros rayos de luz entraban por la ventana cuando escuchó a su mujer toser en el cuarto, ya tendría los ojos abiertos, quedaba muy poco para que se levantase. Así que con los movimientos más felinos que es capaz de sacar de su cuerpo un hombre de setenta años, Joaquín se encaminó hacia la calle parando frente al espejo del recibidor, donde en medio de la penumbra creyó que el reflejo le hablaba en silencio, que sus labios se movían articulando un mírate, fantoche, te has vuelto loco; ante lo que él se acercó, desafiante, se pasó la mano por el pelo y salió. No llegó a la escalera, es más, ni siquiera sacó un pie del felpudo que daba la bienvenida a las visitas, sino que dio media vuelta con giro propio de un bailarín, sacó las llaves y abrió la puerta todo lo ruidosamente posible. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Dentro fue encendiendo todas las luces, silbó, carraspeo, el ruido y el estruendo debían ser la banda sonora que acompañase su entrada triunfal y, por otro lado, la forma de asegurar que al llegar a la habitación Amparo no estuviese aun dormida. Y en efecto, no lo estaría, pero lo que Joaquín nunca supo es que varios minutos después de que él se levantase, su mujer ya había abierto los ojos y alentada por la curiosidad de no encontrarlo al lado en la cama, quedó en silencio intentando seguir todos sus movimientos, porque a pesar de la edad y de estar ya prácticamente ciega, tanto el oído como el olfato le funcionaban casi mejor que en su juventud. Escuchó el sonido de la ducha salir por debajo de la puerta cerrada del baño, y cuando está quedó abierta para permitir los pasos de su marido por el pasillo, sintió llegar hasta el dormitorio un brisa suave de humedad mezclada con un perfume de otros tiempos que le hizo imaginar que en el baño, entre nubes de vapor, iba a terminar apareciendo impoluto y brillante el Joaquín de hace tantos años, como un recuerdo imponiéndose a las nieblas de la memoria, nieblas que terminaron por vencer en ese instante, ya que esa imagen sólo consiguió aguantar en su cabeza durante los minutos que abarcaron la estancia del marido en la cocina. Cuando éste comenzó su espera en el salón, al otro lado, en el dormitorio, el breve espejismo de su juventud desapareció envuelto en la oscuridad de la noche que estaba a punto de terminar. Y es que al contrario de lo que pudiera parecer, la mirada perdida de Amparo no era ni mucho menos una derrota ante la nostalgia y la añoranza, sino un extraño e inmóvil deseo de futuro, algo así como un vacío estado de espera en el que sí es cierto que a veces se cruzaban algunas trivialidades, pero débiles, incapaces de sacarla aquel ensimismamiento. ¿Donde irá este hombre? Seguro que se ha quedado transpuesto, y las frases se perdían como el eco que deja una piedra arrojada a un pozo. El tiempo pasó, y finalmente, cuando ya había decidido levantarse, escuchó la puerta de la calle. Si no entendía todo lo que estaba ocurriendo, el interrogante se convirtió directamente en alarma al percibir tan solo un segundo después que volvía a entrar agitando la casa en un estruendo que cesó únicamente cuando por fin llegó a la habitación y se encontró a Amparo incorporada sobre el cabecero de la cama, compartiendo la sala con los escasos rayos de luz que entraban iluminando su gesto de sorpresa y cierto temor. He ido a la farmacia, dijo desde la puerta, y se acercó hasta la cama donde se sentó justo al lado de su mujer, quien acortó aun más la distancia todo lo necesario para poder ver aquel hilo de hormigas que andaba perfecto por encima de su labio, mientras a la vez agarraba la solapa del traje que ella misma había comprado hace ya bastantes años. En medio de un silencio incomodo y precipitado, Joaquín sacó la receta situándola justamente entre las dos cabezas, que habían quedado a veinte centímetros de distancia.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">Contra angustias y tristezas</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">una ampolla de Orgitol</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"> y se aclara la cabeza</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">¡qué a la noche sigue el sol!</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En unos segundos que a él le parecieron interminables, el gesto que descubrió al bajar el papel después de la lectura fue cambiando desde el asombro más completo hasta una risa burlona que no tardaría en convertirse en la carcajada con la que ella comenzó revolverse entre las sábanas, sonoramente, echándole a intervalos una mirada que después, a lo largo del día, se repetiría varias veces, siempre antes de una nueva risa. Recordaba y volvía a reírse, la madre que te parió, y reía, la madre que te parió. La mañana siguiente fue Joaquín quien la encontró esperándolo a los pies de la cama, ¿Hoy no vas a la farmacia?</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nunca más se separaría de aquel papel. Y empezó entonces una nueva costumbre que se alargaría hasta la muerte de ambos, porque independientemente del día, mes o estación, en cada mañana debía existir el hueco en el que Joaquín sacaba la receta, y después de intentar leerla inútilmente, daba rienda suelta a su creatividad para inventar el mensaje sin el que su mujer ya no podría dormir tranquila. Nunca más se separaría de ese papel que iba de un lado a otro con él, en el bolsillo de su camisa, doblado junto a la quiniela, junto a la lista de la compra o envolviendo el carnet de la biblioteca, porque los versos llegaron irremediablemente un día en el que, mientras paseaba sin conseguir escribir nada, pasó por allí y decidió entrar en busca de ideas. ¿Es usted poeta? Le preguntó en cierta ocasión el bibliotecario, que ya lo había observado varias veces escribiendo y rodeado de libros de poesía. No, exactamente, respondió riendo. Soy médico, escribo recetas. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nos es imposible vivir sin las palabras, ellas nos confirman como verdaderamente humanos, su simple articulación implica la voluntad de crear un vínculo que, aunque se disuelva al momento, nos conduce a esa dulce afirmación con la que negamos la soledad, elemento del todo contrario a nuestra naturaleza. Por eso las perseguimos sin importarnos a veces que su significado sea un auténtico misterio, porque el mero hecho de saber que allí, en el principio del enigma, alguien ha vertido un intención nos atrae irremediablemente, pues esa intención es una energía liberada, y nosotros somos eso, energía, energía que se transforma para entrar de lleno en un ir y venir comunicativo en el que nunca hay que olvidar el ritmo que todo lo abarca, ese que nos impide pararnos, el que nos impide pensar en el tiempo que nos adelanta. Y es que la vida es un texto, y nosotros los verbos que la mueven. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El día a día de Amparo comenzó a fluir de nuevo sin importar que el misterio que lo reactivó quedase aun por desentrañar, al fin y al cabo, la mayoría de las veces una meta no deja de ser una excusa para disfrutar en el camino que nos lleva hasta ella, aunque siempre cabe la posibilidad de que el azar, verdadera incógnita que nunca desentrañaremos, se encargue por sí solo de esclarecer todo aquello que incluso el mismo había liado previamente. Esta afirmación podría probarla la mañana en que Tomás vio entrar en la farmacia, dejando el suelo lleno de tierra con cada paso, al joven que, al contrario que otras veces, llegaba sin la usual compañía de su amigo Martín, uno de los médicos locales. Su rutina era una de esas que por establecer la farmacia como uno de los puntos de su itinerario, mantenía al dependiente al tanto de ella. Era costumbre de este joven levantarse con el alba e ir a buscar el final del amanecer a los campos que rodeaban el pueblo, por los que paseaba enérgicamente hasta la hora del almuerzo, momento en que se encaminaba hacia el centro de salud, donde recogía a Martín y, aprovechando el pequeño descanso en la jornada del que éste disponía, iban juntos a comer. El médico, a su vez, le arrastraba de paso a la farmacia, que quedaba de camino del bar, y allí entablaban con Tomás una breve conversación que solía comenzar el médico para pedir determinados medicamentos que por diversas cuestiones le eran necesarios, y por lo general terminaba con algún comentario relacionado con los motivos que provocaban que su equipo de fútbol no levantase cabeza de una vez por todas. Pero el joven siempre se mantenía en silencio, asintiendo sonriente, de hecho, aquella mañana fue la primera vez que Tomás lo escuchó soltar más de tres frases seguidas, siendo él el que escucharía entonces boquiabierto después preguntar, como era evidente, por la ausencia del médico. Tan contrariado como avergonzado, el joven respondió que Martín se había negado a acompañarlo debido a una confesión suya que le había hecho montar en cólera. Resultó que cierto día, cuando fue en su busca a la consulta, entró en ella sin encontrarlo, por lo que, convencido de que volvería en breve, se dispuso a esperarlo. Nada más sentarse tras la silla del escritorio, algo que hizo sin pensar en las posibles consecuencias, entró una anciana de forma atropellada y con el gesto enloquecido que comenzó a hablarle a voces de una angustia que tenía en el pecho, una angustia que ya no la dejaría vivir. Le rogaba una solución y lloraba sin escuchar sus disculpas, las explicaciones que él le daba para justificar su presencia allí, hablaba y hablaba de un malestar gigantesco que a él le llegó a contagiar de forma insoportable. Y cuando la mujer le clavó los dedos en su brazo con la fuerza de quien se agarra a los restos de madera que flotan en el mar después del naufragio, fue incapaz de afrontar un momento más aquella mirada vacía en la que la que acechaba una nada aterradora, cogió el taco de recetas, y de un impulso escribió. Por eso estaba allí solo esa mañana, porque al fin había confesado semejante imprudencia, pasado un tiempo considerable, y dentro de esa disculpa que había repetido más de diez veces a su amigo, estaba el averiguar si había causado algún problema más y, aunque no sabía cómo, el solventarlo, o al menos compensarlo. El farmacéutico fue a responder, pero la misma revelación, que aun estaba incompleta, habría de impedírselo. Porque en el momento en que iba a soltar la primera palabra de su explicación vio como a espaldas del joven abría la puerta Joaquín con su mujer del brazo, a la que sólo le bastó aspirar el aroma a jara que tenía inundado el local para llamar la atención de su marido y señalar en dirección al joven. ¿Es usted médico?, le preguntaron.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <i><span style="font-size: 14pt;">No exactamente, me llamo Hipólito...</span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: 14pt;"> ... y soy poeta </span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TQkk2Jy87kI/AAAAAAAAAfU/KHbd1rCQdMQ/s1600/botica.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="270" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TQkk2Jy87kI/AAAAAAAAAfU/KHbd1rCQdMQ/s400/botica.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> Alondra de mi casa</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> riete mucho</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> es tu risa en los ojos</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> la luz del mundo.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Miguel Hernández</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><b>"Apuntes desde el aire" Diario de Hipólito el poeta.</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-19929214375487196022010-12-13T16:15:00.000-08:002010-12-14T02:10:50.334-08:00<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><i>Nacido de una huella que dejó en la nieve Jeremiah Johnson, y alimentado por ese deseo quijotesco de convertir en forma de vida una aspiración idealista, John Gummo es un personaje original de Borja González Hoyos (</i><span style="color: red;">http://losninjaspolacos.blogspot.com/</span>)<i>, quien algún día, esperemos no muy lejano, dará forma completa a su historia. Pero mientras esto sucede algunos tenemos el placer de escribir para ellos, para el dibujante que ilustra textos como este que presento, (además otros más ambiciosos de los que hablaremos en su momento), y para ese cazador que ataviado con su chaquetón de estrellas consiguió seducirme desde un principio por una razón contundente. Y es que John Gummo no deja de ser una brutal encarnación de la poesía a la que se llega por tres caminos diferentes: el recorrido por unos paisajes imaginativos y llenos de cielos abiertos, la entrega total a los sueños, y la constante presencia de la muerte que le aporta su naturaleza de western. Esperamos que os guste.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><i> </i><b><span style="font-size: 16pt;"> </span></b><b><span style="font-family: "Rockwell Extra Bold"; font-size: 18pt;">La leyenda de Klaus</span></b></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Aquella flor surgida de la nada, en medio del desierto, y que se marchitó casi al segundo de nacer, sólo fue el principio de una interminable hilera de la que John enseguida dedujo, ayudado también por las notas musicales camufladas en el viento, que no era sino el camino que Klaus le estaba mostrando para llegar hasta él. Nada importó el hecho de que hace ya años, inexplicablemente, hubiese sido abandonado por él en aquel poblado sureño del que meses después salió con una cicatriz en el hombro izquierdo, fruto del balazo que el mismo Klaus le propinó nada más verse. Eso daba igual, porque en aquellas flores azules y su muerte temprana John vio claramente una llamada de socorro a la que debía responder. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El camino, serpenteando a veces por la arena, nacía al principio casi a la misma velocidad que su caballo lo recorría, pero a medida que avanzaba la distancia entre una flor y otra aumentó, como también fue disminuyendo el tiempo que permanecían vivas, marchitándose incluso antes de que su forma apareciese completamente, por lo que comenzó a cabalgar tras ellas todo lo deprisa que pudo. Corrió. Corrió hasta llegar a volar. Y mientras la tarde y él se movían a un ritmo tan frenético que la conciencia del tiempo y la distancia quedaban perdidas en algún lugar que ya había quedado lejos, John se enfrentaba todo aquello que, como pájaros suspendidos en mitad de su trayectoria, le llegaba estrepitosamente a la cabeza. Como la esperanza de volver a verlo con vida, de la que renegó al advertir su locura, única justificación que encontró para ese disparo; las historias que sobre él se escuchaban, su supuesta servidumbre a Garintone, el magnate lunático, o la gran cantidad de muertes que según dichas historias llevaban su firma, entre ellas masacre de Foinvillage, donde el mismo Klaus había visto crecer a sus hijos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> Un camino interminable, flores y más flores atravesando el desierto, golpes de viento que hacían volar los pétalos secos que habían dado forma a esa ruta con color de un mal presagio, y la música de Klaus, sus canciones inconfundibles, las únicas en el mundo nacidas con la magia necesaria para superar sus propios limites y hacer de su armonía algo físico, algo vivo. Pero ahora esa vida apenas llegaba a formarse, y conforme a avanzaba John empezó a escuchar como las notas se iban acercando unas a otras hasta hacer perceptible una triste melodía en cuyo fondo creyó escuchar el doblar de unas campanas. “Tengo un réquiem para ti” se dijo entonces Gummo, la frase con que Klaus le saludó justo antes de dispararle, y que a veces sonaba como un eco en mitad des sus noches. “Tengo un réquiem para ti”, y recordó después la primera vez que cabalgaron juntos, cuando Klaus sacó la guitarra en aquella<b> </b>llanura, No estoy de acuerdo con ellos- dijo mientras tocaba- no creo que seas un iluso cazador de sueños, en algún lugar deben estar esos búfalos estrellados, que nadie los vea no significa que no existan, y al callar Klaus, Jhon se quitó el sombrero por sentir en él al pájaro azul que enseguida echaría a volar. “Tengo un réquiem para ti”, y se esfumaron las nubes del pasado devolviéndolo al presente, a un camino que al fin terminó en una flor que duramente se levantaba en medio de un gran charco de sangre.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> Con la espalda apoyada en una lápida, la guitarra ocultaba la herida del vientre que el músico no tardó en enseñarle mientras se dirigía a él con el gesto de quien ruega a la muerte que le deje arreglar sus cuentas antes de ser llevado, y ante el que John, confuso, acabo por determinar que la única forma de prestarle ayuda era acabar ya con aquel dolor. Pero cuando se dispuso a dar el tiro de gracia, Klaus alzó un brazo y puso un dedo en el cañón, pedía algo de tiempo, y tras hacer el intento inútil de hablar, se ladeo dejando ver el nombre inscrito en la piedra golpeándose después el pecho y haciendo sonar un gemido, un llanto ya sin lágrimas. De pronto todo aquello que sobre él tenía halo de una leyenda cobró el peso contundente de la realidad. John supo así que el que agonizaba a sus pies no era otro que aquel increíble músico que enloqueció de repente el mismo día en que recibió la visita de Garintone, el excéntrico millonario, el conocedor de las artes oscuras, a quien terminaría por ayudar en la conquista de la luna convertido ya en un animal sin escrúpulos, en el sanguinario que ejecutaría toda matanza que el dedo del magnate señalase, incluida la de su familia, a cuyos miembros alguien dio sepultura en una fosa común haciendo que en su lápida quedase inscrito por siempre el único golpe capaz de sacar a Klaus de su locura:</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"> <i>Aquí yacen los cuerpos de Sara James y sus hijos,</i></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><i>por la obra de Klaus James,</i></div><div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><i>marido, padre y asesino.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> John hundió entonces los dedos en la herida sacando una bala que creyó extraída de la misma conciencia, aun sabiendo que era inútil, casi toda la tumba estaba inundada con la sangre de Klaus, que ya temblaba invadido por ese frió que dicen hay en el trayecto de la tierra al infierno, como si el diablo quisiera que los muertos se acostumbrasen al frió para hacer más insoportable el fuego de sus latigazos. John se quitó el abrigo y se lo echó por encima. No había ningún arma cerca, el suicidio quedaba descartado, debía de haber por lo tanto alguna huella, aquel disparo había dejado una herida demasiado profunda como para no haber sucedido a una distancia muy corta, como si ya hubiese muerto, necesitaba las pistas que en el futuro le llevasen a ejecutar alguna venganza. Pero dejó de buscarlas cuando a su espalda comenzó de nuevo a sonar el réquiem que lo había llevado hasta allí y, preso de esa confusión que iba y venía, se dio la vuelta empuñando su arma, aunque minutos después la soltase para coger su rifle y perder una bala en la inmensidad del cielo. Con las primeras notas del réquiem que volvió a tocar impulsado con su último aliento de vida, las estrellas del abrigo comenzaron a desprenderse lentas, en una mansa humareda de luz fueron subiendo hasta hacer completa una noche que hasta entonces, a pesar de todo, se resistía a aparecer, y justo cuando la canción llegaba a su punto más alta, cuando sonaban con fuerza las notas más agudas, John, por fin, pudo verlos allí arriba. Sus búfalos estrellados, aquellos que llevaba buscando toda la vida, salvajes como un sueño, corrían disueltos en sus propias constelaciones, al compás del réquiem con el que Klaus se enterraba a si mismo, bailaban, al igual que lo hizo la luna, que comenzó a acercarse con un movimiento que sólo cesó cuando John dirigió su rifle hacia ella y disparó una bala que devolvió el silencio a la noche y la oscuridad al cielo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> La leyenda de Klaus es un cruce de caminos donde todas sus versiones se contaminan o contradicen, donde se prestan o roban principios y finales, y toman una dirección u otra dependiendo del lugar donde sea contada. Algunas hablan de un extraño acompañante, un cazador peregrino, otras ni siquiera lo nombran, algunas dibujan a Klaus como la pura encarnación del mal, y otras como una marioneta movido por el destino. Cortas, largas, cambiantes. Las hay que se han visto reducidas a la sencillez de un cuento infantil, aunque otras, en cambio, adquieren la profundidad propia de una narración mitológica. Es sólo en estas últimas donde algunos han dicho escuchar la música de Klaus dando forma al relato al mismo son que este es narrado. Tal es el caso de “El Klaus lunático”, historia en la que creen los habitantes de la luna, y que les hace afirmar que la ultima melodía de este músico fue la que hizo llegar volando, desde las estrellas, aquella la bala que había extraído del cadáver de su mujer para atravesar después su propio vientre, y lanzarla por último hacia la luna, donde dando muerte a Garintone habría de conseguir la libertad de su pueblo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TQa2SylxX4I/AAAAAAAAAfQ/ZJT0c5mq914/s1600/la+leyenda+de+klausblog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TQa2SylxX4I/AAAAAAAAAfQ/ZJT0c5mq914/s640/la+leyenda+de+klausblog.jpg" width="474" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
<b><span style="font-size: large;"> Breve Biografía</span></b></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"> <b>John Gummo</b>, hijo de granjeros, nace en el pueblo de <b>Rawhide</b>. A los diecisiete años se marcha de casa para dedicarse a la caza y la aventura. Encuentra una misteriosa joven llamada <b>Laura </b>en una gruta. Decide casarse con ella. Tiene 23 años. </div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">Laura intenta asesinar a John, dejándole una cicatriz con forma de cruz en la mejilla derecha. Desconcertado, hace las maletas y deja a la joven en el lugar donde la encontró.</div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">Tras una larga estancia en el poblado indio de <b>Cabezas de Búfalo</b>, el periódico de tirada mundial El Tabloide dedica un extenso artículo a la vida del cazador. En el es nombrado como el “El Gran Soñador del Planeta”, y se remata el texto sentenciando: “La búsqueda de búfalos estrellados es tan estúpida como creer en la existencia de un corazón negro.” También se le llama “idiota” en un par de ocasiones.</div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">Con treinta años regresa a Rawhide. Tiene un caballo, un sombreo, un rifle, una cicatriz y <b>un abrigo de búfalo estrellado</b>. </div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">John Gummo muere a los 57 años en extrañas circunstancias, a los pies de la <b>Colina</b><b> del Brujo.</b></div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">Atrás quedan infinitas aventuras, de las que tenemos constancia por su correspondencia y por los escasos textos publicados por los cronistas de la época.</div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><i> </i> </div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-10952481034969904942010-09-05T13:21:00.001-07:002011-07-14T14:25:44.125-07:00<link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><o:smarttagtype name="PersonName" namespaceuri="urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags"></o:smarttagtype><style>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><b> F I C P O L I S<o:p></o:p></b></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Aquella noche la marea subió como nunca más habría de hacerlo. Con su vaivén de canción de cuna, para no interrumpir el sueño de los vecinos de Fícpolis, el mar engulló primero la playa y el paseo marítimo, y se fue adentrando después por recovecos y calles haciendo que por ellas navegase un tráfico compartido por coches, barcos arrastrados desde el puerto, y el único testigo despierto de tan extraña inundación, un mendigo que al abrir los ojos y verse flotando sobre el banco del parque que le solía servir de cama, achacó la situación a un nuevo delirium tremens. Inundó el agua avenidas, plazas, relegó estatuas y fuentes a la categoría de barcos hundidos, y entró también en las viviendas calladas por el descanso nocturno. Subió el mar. Como un brazo de espuma recogió a los Ficpolianos, y uno a uno, con los ojos cerrados, fueron quedando suspendidos en el oleaje de un sueño que aquella noche fue para todos el mismo: un pez recorriendo en silencio la ciudad de <st1:personname productid="la Ant£rtida. Al" w:st="on">la Atlántida. Al</st1:personname> despertar en áticos y terrazas, viendo desde arriba las consecuencias en el paisaje, les asaltó la duda de si continuaban vivos, o si por otro lado, teniendo en cuenta lo que parecía haber ocurrido, la duda de si alguna vez lo habían estado. Y bajaron a la calle saboreando la sal de sus labios, contemplando atónitos el espectáculo que había originado aquella extraña inundación. Del agua del mar solo quedaban ya algunos charcos, pero en cambio, su vida continuaba allí, pues de las farolas colgaban algas de colores que vestían la ciudad de fiesta; además, como si de un vaso de cerveza se tratase, la espuma había rayado las paredes, medusas y cangrejos llenaban las aceras, y alguien, al abrir un cabina, dejó salir una avalancha de caracolas que en ella habían quedado encerradas. Se arremolinaba la gente entorno a ballena blanca que había quedado varada en la plaza mayor, o alrededor del poeta local inmortalizado en forma de estatua, cuyo nuevo sombrero, un pulpo enorme y rosa, había despertado más curiosidades en sólo una hora, que todos los versos escritos a lo largo de su vida. Se entretenían los niños en la peculiar escena de western que los peces globo habían creado rodando por las calles, o miraban entusiasmados los caballitos de mar en la fuente. Pero sin duda, lo que más llamó la atención fueron ciertos restos de tinta sobre los adoquines, palabras y sílabas difuminadas que provocaron que todos acabasen intentando leer en el suelo el rastro de una historia indescifrable que iba desde la playa hasta la vieja librería del Señor Danquilas, al que nadie veía hace tiempo por sufrir éste un enfermedad que había postrado su vejez en una cama de la que ya seguramente no saldría hasta el día de su muerte. Cuando consiguieron entrar, todos quedaron en silencio al verlo entre las sábanas convertido en coral, un silencio que solo fue roto por quien descubrió que todos sus libros habían quedado en blanco, como si el mar se hubiera llevado todas las historias.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En ese mismo instante, mar adentro, un viejo marinero recuperaba su viejo sueño de ser escritor al leer, en lomo de los peces que acababa de pescar, las palabras que formarían la primera frase de la que sería su mejor obra:</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <i> </i><br />
<i> Esta noche la marea subirá como nunca más habrá de hacerlo.</i><br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TNv7hSl2vKI/AAAAAAAAAeU/R9Cm0kJbmUg/s1600/monet_impresion400.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="301" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TNv7hSl2vKI/AAAAAAAAAeU/R9Cm0kJbmUg/s400/monet_impresion400.jpg" width="400" /></a></div></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TIP7mRg5AfI/AAAAAAAAAeE/Zuhr1l9URiY/s1600/3155826511_bb849d9d71.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"> </a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-18155954496843628412010-08-21T03:50:00.001-07:002010-11-14T11:06:41.318-08:00<div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><b>Maestros:</b><b> Jaime Sabines</b></span></div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><b><span style="font-size: large;">A estas horas, aquí </span></b></div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">dejar mi cuarto encerrado</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">y bajar a bailar entre borrachos.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Uno es un tonto en una cama acostado,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">sin mujer, aburrido, pensando,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">sólo pensando.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">No tengo "hambre de amor", pero no quiero</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">pasar todas las noches embrocado</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">mirándome los brazos,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o, apagada la luz, trazando líneas con la luz del cigarro.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Leer, o recordar,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o sentirme tufos de literato,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o esperar algo.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Habría que bajar a una calle desierta</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOAzJ0YW80I/AAAAAAAAAfE/KIprq4GCf3Y/s1600/jaime_sabines_imp14_20081221_1352203795.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOAzJ0YW80I/AAAAAAAAAfE/KIprq4GCf3Y/s400/jaime_sabines_imp14_20081221_1352203795.jpg" width="310" /></a></div><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/THaria14e7I/AAAAAAAAAd0/_OgA0Gh3g8A/s1600/Jaime_Sabines.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"></a>y con las manos en la bolsas, despacio,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">caminar con mis pies e irles diciendo:</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">uno, dos, tres, cuatro...</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Este cielo de México es oscuro,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">lleno de gatos,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">con estrellas miedosas</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">y con el aire apretado.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">(Anoche, sin embargo, había llovido</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">y era fresco, amoroso, delgado.)</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Hoy habría que pasármela llorando</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">en una acera húmeda, al pie de un árbol,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o esperar un tranvía escandaloso</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">para gritar con fuerzas, bien alto.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Si yo tuviera un perro podría acariciarlo.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Si yo tuviera un hijo le enseñaría mi retrato</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o le diría un cuento</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">que no dijera nada, pero que fuera largo.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Yo ya no quiero, no, yo ya no quiero</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">seguir todas las noches vigilando</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">cuándo voy a dormirme, cuándo.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Yo lo que quiero es que pase algo,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">que me muera de veras</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o que de veras esté fastidiado,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">o cuando menos que se caiga el techo</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">de mi casa un rato.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">La jaula que me cuente sus amores con el canario.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">La pobre luna, a la que todavía le cantan los gitanos,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">y la dulce luna de mi armario,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">que me digan algo,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">que me hablen en metáforas, como dicen que hablan,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">este vino es amargo,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">bajo la lengua tengo un escarabajo.</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">¡Qué bueno que se quedara mi cuarto</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">toda la noche solo,</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">hecho un tonto, mirando!</div><div style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><br />
</div><span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">De: </span><i style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">Otro recuento de poemas</i><b> </b><br />
<br />
<a href="http://www.youtube.com/watch?v=q0h22jh4Lmk">http://www.youtube.com/watch?v=q0h22jh4Lmk</a>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-57763099710481474282010-08-17T11:45:00.001-07:002010-11-14T11:08:11.815-08:00<link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C02%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><style>
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<div class="MsoNormal"><b>ATENCIÓN AL CLIENTE<o:p></o:p></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>Atención al cliente, buenos días<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>le atiende Olga, diga por favor<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>en que puedo ayudarle.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal">Pues mire, que me falla</div><div class="MsoNormal">el ordenador y la vida</div><div class="MsoNormal">pesa demasiado últimamente.</div><div class="MsoNormal"><i>Déme nombre, por favor<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>nombre, apellidos y espere<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>que la base de datos tarda<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>algún tiempo en cargarse.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal">Juan, Juan Suárez, le decía</div><div class="MsoNormal">que soy cobarde y no veo</div><div class="MsoNormal">para esta soledad otro remedio</div><div class="MsoNormal">que igualar sueño y memoria</div><div class="MsoNormal"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TGrYmWkgSMI/AAAAAAAAAds/vSbHxBogHlk/s1600/ab71259telefono-antiguo-posters.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TGrYmWkgSMI/AAAAAAAAAds/vSbHxBogHlk/s400/ab71259telefono-antiguo-posters.jpg" width="300" /></a></div>haciendo que en las noches</div><div class="MsoNormal">vuelva a mi lado el tacto</div><div class="MsoNormal">de una piel que ha de estar</div><div class="MsoNormal">deshecha al amanecer.</div><div class="MsoNormal"><i>Perdone, yo no entiendo<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>la razón de su llamada.</i></div><div class="MsoNormal">Verá, Olga, yo le explico</div><div class="MsoNormal">que tiene este trasto la manía</div><div class="MsoNormal">de no guardar información</div><div class="MsoNormal">de vivir sólo del pasado.</div><div class="MsoNormal"><i>Sea, por favor<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>un poco más concreto</i>.</div><div class="MsoNormal">Que lo enciendo y no puedo</div><div class="MsoNormal">más que ir a las imágenes</div><div class="MsoNormal">de hace ya algunos años</div><div class="MsoNormal">esas que guardan la luz</div><div class="MsoNormal">del tiempo vivido intenso</div><div class="MsoNormal"><i>Lo siento pero debo<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>colgar ya que su nombre<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>no aparece en lista y la consulta<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>está falta de sentido.</i> ¡No!</div><div class="MsoNormal">no lo haga y entienda</div><div class="MsoNormal">que vivir así es muy difícil,</div><div class="MsoNormal">solo quiero que este trasto</div><div class="MsoNormal">afronte como se debe</div><div class="MsoNormal">la vida conforme llega</div><div class="MsoNormal"><i>Le juro que no entiendo<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>cuales son sus problemas<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>pero quizás sea la respuesta<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>limpiar del todo la memoria<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal">Es que tal vez no lo quiera.</div><div class="MsoNormal">Aun sería más difícil</div><div class="MsoNormal">levantarme sin tener</div><div class="MsoNormal">su recuerdo entre lo labios</div><div class="MsoNormal"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TGrV-lBSckI/AAAAAAAAAdk/aIM-Rgo6Z6o/s1600/telefonista.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="230" src="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TGrV-lBSckI/AAAAAAAAAdk/aIM-Rgo6Z6o/s400/telefonista.jpg" width="400" /></a>y jugar para que vuelva</div><div class="MsoNormal">recogiendo de este otoño</div><div class="MsoNormal">las hojas con su eterna</div><div class="MsoNormal">y azul boina parisina,</div><div class="MsoNormal">o no escucharla planear</div><div class="MsoNormal">sus destinos en las líneas</div><div class="MsoNormal">de la palma de mi mano.</div><div class="MsoNormal">No soportaría, seguro</div><div class="MsoNormal">olvidar su espalda entre las sábanas.</div><div class="MsoNormal">Sería difícil, muy difícil</div><div class="MsoNormal">salir al mundo sin el día</div><div class="MsoNormal">en que me dijo sonriendo</div><div class="MsoNormal">no le cuentes a mi jefe</div><div class="MsoNormal">que he mentido en el currículum</div><div class="MsoNormal">y que éste que te sirvo</div><div class="MsoNormal">será mi primer café.</div><div class="MsoNormal">No querría, lo confieso</div><div class="MsoNormal">igual que debo confesar</div><div class="MsoNormal">que he mentido con mi nombre</div><div class="MsoNormal">Señorita, ¿sigue ahí?</div><div class="MsoNormal"><i>Pero no, no puede ser<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>ha pasado mucho tiempo.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>Y veo, Luís, que tú tampoco<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><i>fuiste capaz de olvidar<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal">Pero como voy a serlo</div><div class="MsoNormal">si me arruinan las facturas</div><div class="MsoNormal">de teléfono y yo nunca</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"> nunca tuve ordenador….</div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-23380971345583397222010-08-03T05:12:00.001-07:002010-11-15T06:21:20.802-08:00<link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C02%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><style>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b> Lección de moda o vestuario de un poeta vanguardista</b></span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Al despertar, en mi cabeza he sentido como un sueño de los muchos que han acontecido mientras dormía, resistiéndose a la madriguera de la mañana, se ha perdido entre mi pelo dejando ver a veces las dos largas orejas con las que intenta captar los música de este mundo tan distinto al eterno y pesado paisaje de relojes desechos al que él está habituado. Teniendo en cuenta esto, opte por la chistera y dejé a un lado mi querido bombín con su fondo de raso azul, y es una pena, porque hoy quería enseñar en cada saludo el claro cielo bajo el cual viven todas mis ideas. <o:p></o:p></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOFBxgBurAI/AAAAAAAAAfM/U29rGixzru8/s1600/tom-waits-imaginarium.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="186" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOFBxgBurAI/AAAAAAAAAfM/U29rGixzru8/s200/tom-waits-imaginarium.jpg" width="200" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TFgD_GIJlwI/AAAAAAAAAcY/95MuWpqzQsE/s1600/harpo1.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Por tocarte, incluso en mi chaleco de Señor con Mayúsculas germinaron dos brazos que a fuerza de buscar luces en tu espalda han terminado con un estampado que me perfuma las perchas y deja los armarios preñados de una nube de polen, de un aire maldito que aprovecha tu ausencia y mi alergia para dar a mi rostro un gesto de irritada tristeza. Es por eso que la camisa nacida en tus abrazos tiene la culpa de que a veces llame desnudo a tu puerta.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Baudelaire es un gato borracho al que le gusta mordisquear las solapas de mi levita y condenar al celibato a todos los claveles que antes encontraban en mi pecho un ojal siempre dispuesto al amor. Y queda Baudelaire el cuello de esta prenda con la corta solemnidad de un sacerdote cuyo reborde no es otro que mi pálida nuez intentando tragar a duras penas una libido de olores no saciada por el capricho de un gato aficionado a la noche oscura del absenta.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">No obstante, para descifrar el viento, como lenguas de colores mis corbatas saborean la brisa hasta encontrar la estela que tu cuello ha dejado, momento en el que llevan a cabo su especial metamorfosis enrollándose en sí mismas para dar lugar a un nudo de cuatro aspas, pajarita multiplicada o molinillo que gira mientras yo abro los brazos y tomo dirección a ti.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En la empuñadura de mi bastón un caballo mira al horizonte poseído seguramente por la misma tristeza que se adueñaría del guitarrista que ha de conformarse de por vida con una sola cuerda, pues quizás el hecho de ver reducido su cuerpo a un cilindro de madera no sea el verdadero problema; a mi parecer, su mirar taciturno esta provocado por haberse visto privado de sus tres espuelas restantes, de esas poderosas notas con las que cabalgaba clavando el ritmo en la tierra que temblaba al son de esa música aplastante. Yo, conmovido, no puedo hacer más que agarrar sus crines plateadas y marcar con su espuela el compás de mi camino; tres golpes suyos por cada uno de mis pasos como recordatorio de sus miembros fantasmas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi cinturón era una serpiente aflautada incapaz de resistir estas temperaturas, por lo que cierta mañana, harta ya de vivir, entrego sus energías al sol de agosto y terminó por derretirse dejando mis pantalones de unos hilos negros que me impiden andar deprisa, me obligan a tomarme las cosas con calma, porque un exceso de movimiento puede provocar que estos se enreden dando conmigo directamente en el suelo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El hecho de ser un animal urbano implica que de tanto recorrer las aceras mis suelas se hayan nutrido de tiempo y cemento. Mis primeros y eternos zapatos tienen las suelas fortalecidas, gruesas, en cambio, del resto del calzado quedan tan solo algunas tiras, cuerdas que hacen que tenga que enfrentarme al frío con la valentía de un legionario romano. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TFgGl0qWTWI/AAAAAAAAAcg/AnqcqEqSV5U/s1600/anthuan+le+croac+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="98" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TFgGl0qWTWI/AAAAAAAAAcg/AnqcqEqSV5U/s400/anthuan+le+croac+copia.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-14803591744558467102010-06-07T14:53:00.000-07:002010-06-07T14:53:12.243-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TA1qHKatZKI/AAAAAAAAAcA/Xg0FQ9AKuyQ/s1600/Comp+2+%280-00-00-00%29_2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="210" src="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TA1qHKatZKI/AAAAAAAAAcA/Xg0FQ9AKuyQ/s400/Comp+2+%280-00-00-00%29_2.jpg" width="400" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-45936116408913185672010-06-07T14:51:00.000-07:002010-06-07T14:51:34.042-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TA1psO7VNnI/AAAAAAAAAb4/NPY2Kd8s4kw/s1600/portada.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TA1psO7VNnI/AAAAAAAAAb4/NPY2Kd8s4kw/s400/portada.jpg" width="282" /></a></div><br />
<div class="UIImageBlock_Content
UIImageBlock_ICON_Content"><div class="photocaption"><div class="photocaption_text">Rescatado del legendario archivo de Fícpolis, una parisina tienda de antigüedades, el surrealismo llegará en breve al montijano "Cine Emperatriz" por el módico precido de 3 pesetas la entrada...</div></div><div class="photocaption_nocaption" style="display: none;"><a class="photocaption_nocaption_edit" href="http://www.facebook.com/?ref=logo#" onclick="return false;">Agregar un pie de foto</a></div><div class="photocaption_edit" style="display: none;"><textarea class="photocaption_edit_text" cols="66" id="" name="" onfocus="if(!this._has_control){new
TextAreaControl(this).setAutogrow(true).onfocus();this._has_control=true;}
" rows="2" style="overflow: hidden;">....que daño hizo Niebla.</textarea><div class="button_container"><label class="caption_save uiButton
uiButtonConfirm uiButtonMedium"><input type="submit" value="Guardar" /></label><label class="caption_cancel uiButton uiButtonDefault uiButtonMedium"><input type="submit" value="Cancelar" /></label></div></div></div><div id="phototags"><div><em> </em></div></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-91001280837796463082010-05-28T08:02:00.001-07:002010-11-15T06:16:52.931-08:00<link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><o:smarttagtype name="PersonName" namespaceuri="urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags"></o:smarttagtype><style>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>¿Es usted Hipólito? </i>Durante los diez minutos que había estado esperando delante de aquella enorme puerta, cuya aldaba en forma de mano había hecho que mis dos llamadas desapareciesen despacio y largamente en lo que parecía una casa deshabitada, caí en la cuenta de que el hecho de haberme declarado públicamente como el biógrafo de un personaje al que los vecinos, en su mayoría, consideraban poco más que un pobre desgraciado, podría haber sido y sería motivo de gran cantidad de burlas y bromas hacia mi, otro pobre iluso. Bromas entre las que quizás se encontrase la llamada que me había citado allí aquel día para facilitarme un material que supuestamente me sería útil en mi propósito. Fue por eso que respiré con algo de tranquilidad cuando escuché un cerrojo que se deslizaba para dejar que la puerta se abriese y apareciese ante mi una raquítica adolescente que lanzó al momento, después de un súbito hola, la extraña pregunta devolviéndome la sensación de que estaba siendo victima de algún tipo de mofa <i>¿Es usted Hipólito?. No, yo no soy Hipólito,</i> <i>niña, yo me llamo Antonio, Antonio Sánchez</i> Y al percibir la incomodidad en una respuesta tan inesperada para ella como para mi lo fue la pregunta, se quedo inmóvil, sin saber que hacer ni decir, como una estatua de sonrisa ancha y circunstancial por la que asomaban unas ortodoncias propias de la edad a la que yo personalmente nunca he añorado lo más mínimo. Pero alguien acabó con aquello y nos prestó auxilio desde el patio que al fondo aportaba a la casa la poca luz que esta parecía tener, una mujer apoyada en un bastón que enérgicamente, con el brazo que le quedaba libre, comenzó a hacer señas para que fuésemos hasta ella. </div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">A pesar de la penumbra reinante, mientras avanzaba tras la muchacha pude ver como las altas paredes del pasillo se colmaban de cuadros, figuras y objetos dispares, manifestaciones de las más diversas culturas, y por las que no era difícil deducir la inclinación de quien allí vivía por los viajes, de hecho, sólo entonces y no en el momento en que tras la citación colgué el teléfono, recordé que aquella dirección, el número 13 de la calle Pather, aparecía en algún escrito de Hipólito como las señas de la casa de alguien cuya compañía frecuentaba, y a quien las más viperinas, aburridas y envidiosas lenguas del pueblo, según sus propias palabras, se dirigían con el apodo de <st1:personname productid="la Extranjera" w:st="on">la Extranjera</st1:personname> por haber invertido su juventud en recorrer todo el mundo que estuvo a su alcance. También entendí en ese breve recorrido la predilección del poeta por dicha calle y por aquel tipo de casas. Justo cuando las paredes, a sus dos metros y medio de altura, anunciaban su fin a través del extremo superior de los cuadros, arrancaban de ellas bóvedas de crucería cuyos nervios habían sido hábilmente decorados con motivos florales; el suelo, en el que deparé cuando un gato paso justo a mi lado rozándome la pierna, hacía que sus baldosas dibujasen un ajedrez blanco y rojo, y el patio, situado después de un salón al que un enorme espejo parecía dar dimensiones infinitas, se me presentó como un auténtico torrente de luz ante el que no pude más que cerrar los ojos deslumbrado después andar una casa entre sombras. Era inmenso, adornado con pequeñas imitaciones de esculturas clásicas a las que se agarraban las enredaderas que a la vez ocultaban las paredes, mientras que el suelo allí se convertía en un manto verde y frondoso sólo atravesado por un camino de piedras que conducía hasta una gran estructura de cristal,<i> Casi todo el día está en su invernadero</i>, dijo la muchacha, <i>pase</i>. Y sentada en algo parecido a un escritorio, manipulando entre sus manos una flor que después se llevó al pelo, me esperaba una anciana que siguió mi entrada en silencio, con una mirada en la que creí ver algo de complicidad y satisfacción, que me invitó a tomar asiento tras un saludo inicial y, advirtiendo que sacaba de mi bolsillo la grabadora, dio su aceptación con un asentimiento de cabeza:</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> No se muy bien que te habrá dicho mi nieta, pero no se lo tengas en cuenta, escucha campanas y no sabe donde, de todo lo que llega a sus oídos ella acaba entendiendo lo que más le interesa. Fíjate que creía que hoy vendría Hipólito a casa, criatura, no sé si es la edad, que le tiene loca la imaginación, o es que la genética ha tenido un capricho puñetero y le ha privado de la inteligencia que caracteriza a todas las mujeres esta familia, y perdona mi vanidad, pero a estas edades el orgullo es una de las pocas cosas que te obliga a permanecer de pie. ¿Quieres algo?¿Un té? ¿Un café?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>No, muchas gracias.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Espero que no te importe que te haya recibido aquí. La casa es demasiado fría y los grados de más se agradecen, además, la humedad va bien para mi asma.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>Perdone, pero realmente no sé como se llama usted.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>¿No? Pues me llamo Julia, y es un placer Antonio, porque tú eres Antonio,¿verdad?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>Sí, Antonio Sánchez.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Antonio el biógrafo de Hipólito el poeta. Curioso. Confieso que en un principio, cuando escuché que había alguien en el pueblo interesado en escribir la vida de Hipólito, no lo creí y me indigné bastante, me pareció una broma de mal gusto, echo demasiado de menos a ese viejo loco como para permitir que se manche su memoria con semejantes tonterías.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>No es mi intención ni mucho menos, créame.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 18pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Tranquilo, tengo entendido que llevas ya tiempo con tu tarea y que es algo bastante serio, tendrás que explicarme por qué. Pero antes de que empiece a divagar, quiero darte, bueno, más bien prestarte, algo que quizás te valga de ayuda. ¡Enma! Traeme la cajita que hay en el primer cajón de mi mesilla. ¿Sabes que Hipólito estuvo en la guerra?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>¿Si?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Sí, pero no te hagas ilusiones, no vas a encontrar ahí un filón para tu libro, nadie supo jamás que Hipólito disparó un arma, si es que acaso la disparó, porque ni a mi llegó a contarme aquello con claridad, me atrevería a apostar que si ahora estuviese aquí, lo negaría rotundamente. Lo que si está claro, y según he podido deducir de sus escasas insinuaciones, es que el poco tiempo que estuvo en la guerra lo marcó para siempre, y digo poco porque en cuanto pudo, no sé como, desapareció del mapa. Evidentemente, entonces pensé que estaba muerto, enterrado en alguna fosa común. ¡Ah! Aquí está, gracias cariño. Pues bien, la cuestión es que pasado casi un año, recibí un telegrama suyo, estaba en París, había huido. Por desgracia no puedo enseñarte las cartas que me enviaba contándome como le iba la vida, las perdí, o eso creo, algo que no me perdonaré nunca, cartas que por cierto nunca respondí, no se muy bien la razón, quizás porque no quería contarle la penosa situación en que nos encontrábamos, o porque me negaba a asumir que se hubiera desembarazado sin ningún pesar de todo, quería ser tan egoísta como él. Pero a pesar de no obtener ni una sola respuesta nunca dejó de escribirme, me conocía demasiado bien como para saber lo que aquellas cartas podían suponer para mí. En ellas parecía que nada había ocurrido, me hablaba, como siempre, de libros, de mujeres, de las dos películas que hasta ahora entonces había visto y no dejaba de describirme una y otra vez, y de París, sobre todo de París, estaba enamorado de la ciudad, ¿has estado alguna vez allí? <o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>No he tenido la suerte, no he viajado tanto como desearía. <o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Pues es una pena, te la recomiendo. Yo sí he ido, fue uno de mis primeros viajes. Era joven y fui, como aquel que dice, de la mano de mis padres, pero no importó, a mí también me quedó marcada. Por eso me encantaban aquellas cartas, porque daban vida a ese recuerdo que tenía de ella, por eso y porque leerlas era escapar por un momento de este país lleno de miseria y de odio. No había tristeza en ellas, no había nostalgia, ni el más mínimo rastro de añoranza por la tierra que había dejado atrás medio muerta, lo cual, por qué negarlo, hacia que por otro lado fuesen algo dolorosas. Parecía que había encontrado su sitio, su lugar ideal, aunque eso cambiaría, entre otras cosas, y puedo decírselo yo, que algo llegué a conocerlo, porque ese hombre nunca sería feliz más allá de los malditos pájaros que tenía en la cabeza. Ese era su gran problema, estaba algo chiflado nuestro Hipólito, siempre lo supe. ¿Seguro que no quieres nada de beber?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>No se preocupe, no me apetece nada. Prosiga por favor.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Como te iba diciendo, las cartas se volvieron cada vez más serias, se había ido esa aparente alegría que quizás el mismo había tratado de imponerse. Comenzó a hablarme de todas las noticias que le llegaban sobre España, de cómo la guerra hizo que pudiese conocerse realmente a sí mismo. Me mencionaba a poetas, pedía que le enviase todos los ejemplares que pudiese de la revista Espadaña, insistía en la responsabilidad que le había tocado asumir, porque ya es hora, escribía, que coja las armas que sé utilizar. Pobre iluso, creería que con los versos se puede cambiar el mundo, ¿entiendes lo que quería decirte? Carecía de sentido común, estábamos todos aquí con la cara contra el suelo, respirando a duras penas, y él quería cambiarlo todo con un poema. Con esto estuvo una larga temporada hasta que por fin, en la última carta que en mi vida he recibido desde París, dijo que ya estaba decidido, que volvía.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>No sé muy bien cuantos meses pasaron desde que leí aquella carta hasta que un día lo vi salir de su casa. Me quedé quieta, sorprendida, y en el momento en el que el me vio e hizo el gesto de saludarme, me di la vuelta alejándome todo lo rápido que pude. Ya te he dicho que tengo mi orgullo, y no se puede tratar de esa forma a una amiga, tú no puedes dejar abandonada a una amiga así como así en medio de una guerra, echándote de menos y dándote por muerto, una amiga a la que, según tus cartas, pareces no añorar. Perdona, sólo con recordarlo me parece que no estoy hablando contigo, sino con él, y me entran ganas de abofetear a ese viejo chocho. <o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i>¿Quiere un poco de agua?<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Sí, por favor. Empezó luego a perseguirme por las calles, siempre a cierta distancia, nunca me alcanzaba, sólo quería que lo viese insistir, era su forma de decir algunas cosas, insistiendo e insistiendo. Como era de esperar mi enfado fue desapareciendo hasta llegar incluso a desear que por fin me alcanzase, pero yo sabía que eso no sucedería así, sabía eso igual que supe, cierta tarde, que era él quien me esperaba al otro lado de mi puerta cuando escuché como unos nudillos hacían una melodía al golpearla. Y allí estaba, el bufón de la corte, con el sombrero sobre el pecho y mirándome con la cara de un niño arrepentido. ¿Eres de aquí? No me suena nada tu cara.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Sí, soy de aquí, pero he estado algún tiempo fuera.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Bueno, de todas formas eres joven y no habrás conocido el viejo colegio del barrio de San Patricio. Al lado de él había una callejuela que estaba siempre llena de niños, allí estaban jugando normalmente antes y después de las clases. Pues bien, cada vez que pasábamos por allí, Hipólito me decía “este es el sitio”, ¿Este es el sitio? Pero qué dices, hombre. Y callaba, callaba mientras miraba la calle, no sé, como analizándola. Así fue que un día, estando en casa, mi sobrino, antes de ir a la suya después del colegio, se presentó delante de mi y me preguntó que por qué los españoles éramos unos bueyes y como pueden darse latigazos con un crucifijo si un crucifijo no es latido. Sorprendida, incluso asustada por lo que acababa de escuchar, le pregunté que de dónde había sacado aquello, y el respondió que una señora desnuda lo había escrito en las paredes de la callejuela. Cuando fui para allá, encontré allí a medio pueblo, leyendo las paredes llenas de unos poemas que siempre eran firmados de la misma forma: La libertad, dama que nunca llevará ropajes. Ya te puedes imaginar cuanto tiempo durarían las pintadas, pocas horas, pero lo suficiente como para que sobre todo a los niños aquello se les metiese la cabeza de una forma u otra, y la prueba es, sin ir más lejos, que varios días más tarde, mi sobrino y un grupo de amigos, que como él rondaban los diez añitos, fueron sorprendidos espiando a un grupo de mujeres que se bañaban desnudas en el río, y cuando después se les pidió explicaciones, ellos se justificaron diciendo que sólo iban buscando a la libertad. <o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> Sí, nuestro amigo la formó buena, y siguió haciendo de las suyas con alguna pintada más y algún panfleto, pero una noche lo encontré en su casa nervioso, acababa de escuchar rumores extraños, que alguien sabía quien estaba detrás de todo, que quien fuese tenía los días contados. Como es lógico, él se asustó, se asustó mucho. Así que delante de mí empezó a quemar papeles y más papeles, uno tras otro, hasta que llegó a esta caja. Era, bueno, y es, su caja de París. Dudó mucho, vacilaba, no se atrevía a echarla al fuego, revisaba lo que había dentro, la cerraba, la volvía a abrir, y por fin me pidió el favor de que yo se la guardase durante un tiempo. Como ves, el tiempo ha sido bastante. Échale un vistazo, te interesará, tiene sobre todo cartas de amigos, la verdad es que algunas si podían ser peligrosas si hubiesen ido a por él, cosa que nunca pasó, tal vez todo fue fruto de sus muchas neuras, y por lo demás, hay dibujos, también de amigos suyos, recortes de prensa, papeles con bocetos de algo que supongo iba a ser una novela o una obra de teatro, una fotografía de Danielle, un amor que quedó en París, y claro, como no, un poema.<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>Creo que ahora sí me tomaría ese café…<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><i><b>Adieu à Gare du Nord</b><o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal">De la luz perdida en el atardecer</div><div class="MsoNormal">quedan aun ligeros rastros </div><div class="MsoNormal">por las cristaleras de la estación</div><div class="MsoNormal">disuelta ahora en la penumbra</div><div class="MsoNormal">que suave, en su eterna paciencia</div><div class="MsoNormal">pule con manos de oriente</div><div class="MsoNormal">todas las líneas de tu rostro</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal">Hubiera preferido</div><div class="MsoNormal">que no vinieses hasta aquí</div><div class="MsoNormal">que quedase la despedida</div><div class="MsoNormal">como una larga mariposa</div><div class="MsoNormal">prensada para siempre entre las sábanas</div><div class="MsoNormal">Tengo que volver, ya lo sabes.</div><div class="MsoNormal">Escucha </div><div class="MsoNormal">que traen los raíles un rumor</div><div class="MsoNormal">de sangre todavía reciente, </div><div class="MsoNormal">el llanto que del viento surge</div><div class="MsoNormal">cuando roza oscuro las ruinas.</div><div class="MsoNormal">No, </div><div class="MsoNormal">no deberías haber venido</div><div class="MsoNormal">porque sé que tu adiós</div><div class="MsoNormal">dejará ahora en los andenes</div><div class="MsoNormal">bandadas blancas de palomas</div><div class="MsoNormal">y se también </div><div class="MsoNormal">que desde el francés arrullo de tu recuerdo</div><div class="MsoNormal">habrán ellas de perseguirme</div><div class="MsoNormal">día tras día y sin descanso</div><div class="MsoNormal">por la gris tristeza</div><div class="MsoNormal">de un pueblo desolado. </div><div class="MsoNormal">Créeme cuando te digo</div><div class="MsoNormal">que me es difícil partir,</div><div class="MsoNormal">que tienen tus ojos la paz</div><div class="MsoNormal">de una mansa belleza milenaria</div><div class="MsoNormal">el rasgado horizonte </div><div class="MsoNormal">donde el sol nacería </div><div class="MsoNormal">libre de odios </div><div class="MsoNormal">pero mi patria es un idioma</div><div class="MsoNormal">herido de banderas y silencio</div><div class="MsoNormal">y lo sabes, me requiere</div><div class="MsoNormal">tengo que volver</div><div class="MsoNormal">prometo no olvidarte</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal">La noche es ya completa en la estación</div><div class="MsoNormal">y al triste amparo de la luz</div><div class="MsoNormal">de un reloj blanco de luna</div><div class="MsoNormal">mientras el tren avanza lento</div><div class="MsoNormal">se difumina tu cuerpo en la distancia.</div><div class="MsoNormal">Adios ma princesse de l´Orient</div><div class="MsoNormal">nunca más será París</div><div class="MsoNormal">la misma ciudad de ensueño</div><div class="MsoNormal">donde tú y yo nos amamos. </div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOFAu1MLz_I/AAAAAAAAAfI/bdiHQYASlfM/s1600/gar%25C3%25A9+du+nord.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/TOFAu1MLz_I/AAAAAAAAAfI/bdiHQYASlfM/s400/gar%25C3%25A9+du+nord.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S__ahyTkZtI/AAAAAAAAAbo/ThBVn5OzJDQ/s1600/estacion-de-tren.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a></div><div class="MsoNormal"></div><div class="MsoNormal"><b><i> "Apuntes desde el aire" Diario de Hipólito el poeta</i></b> </div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-43866552063758604322010-04-19T09:46:00.000-07:002010-04-19T12:47:28.785-07:00<div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: large;">Pasos hasta Matilde</span></b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Este pueblo tiene un asfalto triste y roto en el que las lluvias suelen dejar algo parecido a un sembrado de espejos, y en ellos me gusta mirarme cuando salgo en la búsqueda de tu cuerpo y del ritmo que en esos días, como hoy, me humedece la boca y todas las palabras que durante la mañana llegan a la oficina junto a tu imagen. Después de los temporales voy quedando mi rostro en todos los <b>charcos</b>, en todas las láminas que se van rompiendo cuando, animados por un cielo más alegre, los vecinos dejan sus casas como el animal que ha estado dormitando durante largo tiempo. Y mientras camino se deshacen tras de mi, a través de las hondas, las caras que bien podría ser, si un frío repentino llegase y las convirtiese en hielo, los fotogramas de esta película que va desde mi casa hasta la tuya siempre que las tardes coinciden con un remanso de las lluvias,y en la que nunca falta el coro de figurantes con los que suelo cruzarme. No habían dado aun las siete en el reloj y el cielo se ha abierto señalando el inicio de mi viaje hasta ti. </div><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">Duraba mi paseo algo más de quince minutos cuando dejando atrás mi barrio he entrado en la calle Pather, donde he visto, como siempre y a la misma hora, a Fabián “El Grande” con su perro diminuto. Como un gigante derrotado agarraba la correa perdiendo la mirada en el lomo manchado del animal que lo arrastraba tanto a él como a sus pensamientos, quizás imágenes de otros días, o tal vez recuento de todos lo años encargados en robarle la vitalidad de su juventud escasa y mal aprovechada, energía perdida e irrecuperable de la que apenas queda la fuerza suficiente para imponerse ante ese perro ridículo a su lado, por el que seguramente sienta la misma indiferencia que por cada elemento de la vida <b>rutinaria</b> que se le ha echado encima. No ha saludado, también como siempre, y es una pena porque por lo general suele ser el único vecino que me cruzo en las aceras de esa gran arteria que une los extremos del pueblo y que, por ser la calle de mayor edad, guarda cierto aire histórico agradable, pues está formada por los viejos y enormes caserones pertenecientes en otros tiempos a los ya caducos burgueses, o a antiguos nobles de nombre altisonante de los que únicamente permanece el recuerdo plasmado en alguna inscripción conmemorativa de determinadas fachadas. He empezado a recorrerla a pasos cortos, rápidos, de pocas sílabas, creyendo que ella solo me deparaba los susurros de los viejos y arrugados búhos que suelen acecharme allí desde ventanas y puertas entreabiertas, pero al llegar justo a la mitad he podido ver como a lo lejos se aproximaba despacio, esquivando charcos torpemente, Don Danquilas, el viejo afilador. Desde niño siempre me gustó hablar con este antiguo amigo de la familia, nunca he dejado de verlo como a aquel mago de bolsillos interminables donde se guardaba los misteriosos objetos que después ponía sobre la barra de la taberna provocando mis más inocentes asombros y las escondidas sonrisas cómplice de mi padre, quien mientras limpiaba un vaso tras otro, inventaba junto a Danco, como él le llamaba, las supuestas historias que explicaban como aquello había llegado hasta allí. Aminoré el ritmo para que pudiese reconocerme, ya estaba algo ciego, de hecho, la ultima vez que me lo crucé, pasó varios minutos quejándose de esa maldita ceguera que le había obligado contra su voluntad a jubilarse, que si por él hubiese sido nunca habría dejado de salir cada mañana a la búsqueda de tijeras y cuchillos para afilar. Entonces, mientras se acercaba sin advertir aun mi presencia, para mi sorpresa, ha sacado de uno de sus maravillosos bolsillos su <b>flauta</b> de pan y ha comenzado ha llenar el aire de notas que, por algo que no puede ser otra cosa que arte de magia, han despertado en las entrañas de aquellas casas a una ingente cantidad de niños que gritando se han echado a la calle con las manos cargadas de lápices de colores. Y cuando lo han rodeado éll ha vuelto a introducir en la chaqueta la mano que le quedaba libre para sacar algo extraño. Tarde en desvelar la función de aquel objeto dorado, sin embargo, los niños si reconocieron el sacapuntas en forma de pez amarillo en cuanto Danquilas lo levantó haciendo que todos alzasen también sus lápices gritando cada uno por ser el primero en dar de comer al pescado. </div><br />
<div style="text-align: justify;">Allí lo he dejado, sin atreverme siquiera a intrometerme en aquella algarabía para saludarlo, contrariado por llevar encima solamente una pluma estilográfica, y he seguido mi camino hasta finalizar la calle y torcer a la derecha en dirección a tu barrio, el barrio de San Patricio. </div><br />
<div style="text-align: justify;">El que su puerta estuviese todavía repleta de charcos no ha significado un impedimento para que Juan de Dios saliese, manguera en mano, a darle la concienzuda y diaria riega de cada pedazo, a cada centímetro cuadrado, del fragmento de acera que se extiende a lo largo de su fachada y que el defiende atrincherado detrás de la ventana a través de la cual se le suele ver, aunque él intente evitarlo, enredado entre las cortinas a la espera de que alguien cometa la osadía de pisar su territorio, algo no del todo aconsejable, porque si esto ocurre él saldrá gritando, pidiendo explicaciones por tal cosa y esgrimiendo la amenaza de denunciar la irregularidad al ministerio de defensa, lugar donde él tiene grandes amistades. Juan de Dios siempre fue muchacho extraño, la locura se palpaba en él desde su más tierna infancia, y a lo largo de la su vida se ha manifestado a través de los distintos personajes en los que ha ido convirtiendo, la mayoría de las veces para regocijo de los vecinos. Los dos años que sucedieron a la toma de contacto con el cuerpo de Cristo, es decir, a su primera comunión, los pasó escribiendo cartas que después, a modo de cartero celestial, iba dejando por casas y buzones explicando que era Jesús quien las escribía y que él era un simple mensajero. No sé muy bien si el destinatario de cada carta era elegido al azar o si, por el contrario, todo respondía a una estrategia que perseguía particulares escarmientos morales, sólo sé que aun guardo aquella en cuyo final se podía leer: <i>Bienaventurados los que por su pecado quedan ciegos, porque sólo ellos deberán buscar con</i> <i>las manos sucias a Dios entre las tinieblas</i>. <b>Tiempo</b> después, herido ya por el fuego de los primeros amores, o de sus hormonas, se dedicó a salir a la calle ataviado con una capa y un antifaz en busca de muchachas a las que proponerles un especial trato que lejos de conseguir el favor femenino, las alejaba aun más de él. <i>Abrázame</i>, les decía, <i>si me abrazas conseguiré liberarte de este reino del mal, y te llevaré volando</i> <i>hasta lugares inimaginables</i>. Como realmente Juan de Dios no supuso ni supondría nunca un peligro, todos, llevados también por cierta compasión, daban carta blanca a sus locuras, e incluso a veces alimentaban el fuego de su imaginación siguiéndole la corriente. Tal fue el caso de Fernandita, una joven a la que Juan de Dios se empeñaba en abrazar, quizás por los enormes pechos con los que la pubertad le había agraciado, y que cierto día, cansada de las continuas persecuciones del enmascarado, le abrazó largamente a la espera de su reacción. Pero nada ocurría, Juan de Dios se mantuvo enlazado con fuerza, callado, quieto, tan quieto que al final ella tuvo que zarandearlo para que abriese los ojos y despertarse. Y así fue creciendo, pasando por ser agente secreto del alcalde, el ahuyentador de tormentas que increpaba al cielo cada vez que una se presentaba o, entre otros muchos, un matemático visionario que se empeñaba en realizar multitud de operaciones con las matrículas de los coches, convencido de que así encontraría la fecha en que nacería en nuestro pueblo un futuro rey. Sin embargo, como realmente nos ocurre a todos, la madurez acrecentó su soledad y le apagó la imaginación, con lo que su locura se redujo a la tristeza de pasar días enteros recorriendo la misma calle arriba y abajo, o gastando las horas sentado con la mirada perdida en el umbral de su casa. Pero cierto verano surgió la nueva tarea de mantener impoluta la parcela de la calle que él consideraba suya, y comenzó a regarla constantemente hasta en las más inhóspitas horas, queriendo la casualidad que una noche de sábado, ya de vuelta a casa, dos jóvenes animados por todo el alcohol propio de un día de fiesta, lo viesen salir con su manguera y sin pensarlo se fuesen hasta él para pedirle que los refrescase, algo que él hizo a modo de líquido fusilamiento, pues les dijo que se colocasen en la pared y dirigió directamente el chorro a toda presión contra sus cuerpos, empapándolos completamente mientras ellos gritaban de júbilo despertando a todo el vecindario. Justo una semana después, al salir a la calle casi a la misma hora, Juan de Dios se encontró con toda una multitud de jóvenes esperando ansiosamente para ser regados, con lo que se dio inició a una tradición veraniega que aun hoy persiste, y que consiguió devolver a Juan la creatividad por la que ahora explica que aquel lugar debe estar siempre limpio e incorrupto, pues es un sitio sagrado, es el sitio desde donde él, en verano, limpia la suciedad temporal a los jóvenes para que no crezcan nunca.</div><br />
<div style="text-align: justify;">Lo cierto es que deber existir algún fundamento psicológico que explique la especial obsesión manifestada por algunos seres humanos con respecto a la limpieza. Paco, por ejemplo, al que he saludado después de dejar atrás a Juan, también estaba inmerso, como tantas otras veces, en la limpieza de su automóvil, hecho que por si sólo no llama la atención, lo verdaderamente impactante es que, puesto que se trata del enterrador municipal, el coche que limpia a diario, incluso en sus vacaciones y días de descanso, es el coche fúnebre. No deja de resultar pintoresco, pero al fin y al cabo la <b>muerte</b> es un oficio como otro cualquiera, y es común encontrarse con gente incapaz de vivir más allá de su trabajo, por eso es frecuente escuchar a Paco decir que una de las cosas que peor lleva de tener que morir algún día es que su entierro no podrá tener la clase y elegancia que solo él podría darle. </div><br />
<div style="text-align: justify;">Antes de tomar dirección a tu calle he optado por entrar en el Parque Viejo para buscar la suerte que Domingo me promete en cada cupón que me vende, he ido directo al banco donde sé que puedo encontrarlo a estas horas, la parte del día que él dedica a darle compañía a Jazmín, pseudónimo profesional de Amparo, histórica prostituta del pueblo que últimamente ha hecho del lugar su zona de trabajo, por presentar este, supongo yo, una geografía llena de recovecos, lo cual hace más fácil camuflar sus quehaceres. Nunca he comprendido que clase de inspiración divina o infernal tocó cierto día la cabeza de Amparo y le dio la magnífica idea de dedicarse a vender su cuerpo, pues amén de no haber estado nunca en la necesidad de tal cosa, es una mujer no demasiado agraciada, y estoy haciendo uso aquí de la amabilidad del eufemismo. Pasa el día caminando por el parque, a la espera de clientes que rara vez llegan, y recogiendo flores que se pone en el pelo y que hacen que Domingo, después de sentarse, pase diez segundos aspirando profundamente para adivinar el nombre de la flor. Me consta que todas las habladurías se equivocan y la relación entre ellos no es ni mucho menos un negocio para Amparo, ya que como el mismo Domingo señala, él no puede perder en tales cosas ni el poco dinero que gana ni las energías que necesita para levantarse todas las mañanas y recorrer el pueblo. Estaba a diez metros de ellos cuando he escuchado la risa de ambos y Amparo, viéndome llegar, ha comenzado a hablarme a gritos.<i> ¡Mira, Hipólito</i>, <i>el mi cieguito, que le digo que si quiere puede tocarme una teta y me pregunta que para qué!</i> Bajo las oscuras gafas de Domingo escapaban las lágrimas producidas por una risa que apenas le dejaba explicarse. <i>Pero mujer, ¿no entiendes que para mi no tiene sentido tocarte, que para mi tu cuerpo está en tu voz, que en su <b>melodía</b>, en su honda, están tus curvas, y que el simple hecho de escucharte ya es como si te estuviese</i> <i>acariciando?</i> Boquiabierta, tal vez queriendo entender lo que acababa de escuchar, o tal vez asimilando las que seguramente hayan sido las más hermosas palabras que en la vida le hayan dedicado, Amparo se ha mantenido en silencio mientras Domingo separaba mi cupón del resto, el nueve como siempre, y se ha negado después a cobrármelo, como tampoco ha aceptado mi invitación a la taberna, pues según me ha recordado, la última vez que fue a tomarse un vino conmigo acabo con tal borrachera que pudo ver durante varios segundos. </div><br />
<div style="text-align: justify;">Una de las salidas del parque da la calle Atrás, en cuyo mitad, antes de ser atravesada por la tuya, el espacio se reduce extrañamente y las fachadas de ambos lados quedan separadas por la distancia de unos escasos tres metros, que es más o menos la longitud que debía tener el hilo que en un primer piso salía de una ventana y llegaba hasta otra situada justo enfrente. Conforme me acercaba he podido saciar mi curiosidad al comprender que dicho <b>hilo</b> estaba uniendo en realidad dos vasos en función de auriculares, y que la vez, esos vasos unían indirectamente a dos niños que terminaron por asomarse a sus respectivas ventanas desilusionados por un juego sin resultados. <i>Tenéis que tensarlo mucho</i>, les aconsejé, <i>para que funcione e</i>l <i>hilo debe estar todo lo tenso que se pueda</i>, y enseguida se adentraron los dos en la oscuridad de sus ventanas haciendo que él hilo quedase perfectamente tensado. Cinco segundos tardó en aprovechar este soporte un <b>gorrión </b>que se posó en el hilo antes de comenzar un vuelo potente y prácticamente vertical hacia las alturas casi en el mismo instante en que uno de los niños salió emocionado a la ventana y gritando a su compañero; <i>¡Funciona! ¡Funciona! ¿Pero por qué has dicho "el cielo es mío"?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;">Y yo he seguido hacia delante, y he echado de menos la tristeza del asfalto, sus charcos, porque tu casa se aproximaba y hubiese querido un espejo para atusarme este minúsculo bigote, o donde poder comprobar si era perfecta la inclinación de mi sombrero, pobre iluso, creí que nada iba a imponerse ante el momento de tenerte delante. Pero del viejo conservatorio en el que nacen las melodías tantas veces disfrutadas por nosotros en tu ventana, ha salido una avalancha de <b>músicos</b> uniformados que han taponado el camino mientras, cargando con sus instrumentos, en un agitado caos, iban buscando cada uno al compañero que iría delante, una vez alineados, para sujetar a su espalda las partituras con una pinza de la ropa. Han terminado por colocarse en un cuadrado perfecto del que, a la orden del director, ha brotado un pasodoble que nunca vería su fin, ya que al parecer algún Dios se ha apiadado de mi, ha cerrado nuevamente el cielo y ha dejado caer una tromba de agua capaz de dispersar a los músicos. Y la banda municipal se ha transformado entonces en el mar que abre sus aguas en dos para dejarme ver por fin, al otro lado, la mujer a la que siempre han ido dirigido todos mis pasos. </div><br />
<br />
<i> CONTRAPASEO </i><br />
<br />
(...o versos de vuelta a casa) <br />
<br />
Desde tu cuerpo a mi soledad <br />
desfilan los <b>músicos</b> bajo un agua <br />
que cae ahogando en tubas y trombones <br />
al lento <b>gorrión</b>, mi voz <br />
deshecha en un <b>hilo</b> de burbujas. <br />
Suben en su vaga <b>melodía</b>, recorren <br />
la <b>muerte</b> del aire y dejan <br />
de su vientre salir el <b>tiempo</b> herido <br />
notas grises de la flauta <br />
que ha de hacer dulce mi <b>rutina</b> <br />
sabiendo que otra lluvia <br />
hará mañana aparecer <br />
nuestra imagen sobre los <b>charcos</b>. <br />
<br />
<b><i>"Apuntes desde el aire"</i> <i>Diario de Hipólito el Poeta.</i></b>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-92229741636688944462010-04-08T08:28:00.001-07:002010-04-08T08:30:51.789-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><em><span style="font-size: large;"><strong>DESDE 2007</strong></span></em></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S732KtUZ-_I/AAAAAAAAAZQ/uKvsBXBO_Vs/s1600/sexto+dia+gris.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S732KtUZ-_I/AAAAAAAAAZQ/uKvsBXBO_Vs/s320/sexto+dia+gris.jpg" wt="true" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-43460245713391374182010-04-07T06:48:00.000-07:002010-04-07T06:48:21.447-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7yLi9m5IsI/AAAAAAAAAZA/mJZEq9iFIGU/s1600/oliverio-girondo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" nt="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7yLi9m5IsI/AAAAAAAAAZA/mJZEq9iFIGU/s320/oliverio-girondo.jpg" /></a></div><br />
<span style="font-size: large;">Tal como prometí un día, </span><br />
<span style="font-size: large;">un texto de un maestro, </span><br />
<br />
<span style="font-size: large;"><em>Oliverio Girondo.</em> </span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<strong><span style="font-size: large;">No se me importa un pito que las mujeres...</span></strong><br />
<br />
<br />
No se me importa un pito que las mujeres <br />
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; <br />
un cutis de durazno o de papel de lija. <br />
Le doy una importancia igual a cero, <br />
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco <br />
o con un aliento insecticida. <br />
Soy perfectamente capaz de sorportarles <br />
una nariz que sacaría el primer premio <br />
en una exposición de zanahorias; <br />
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, <br />
bajo ningún pretexto, que no sepan volar. <br />
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! <br />
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, <br />
tan locamente, de María Luisa. <br />
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? <br />
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo <br />
y sus miradas de pronóstico reservado? <br />
¡María Luisa era una verdadera pluma! <br />
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, <br />
volaba del comedor a la despensa. <br />
Volando me preparaba el baño, la camisa. <br />
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... <br />
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, <br />
de algún paseo por los alrededores! <br />
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. <br />
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, <br />
ya me abrazaba con sus piernas de pluma, <br />
para llevarme, volando, a cualquier parte. <br />
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia <br />
que nos aproximaba al paraíso; <br />
durante horas enteras nos anidábamos en una nube, <br />
como dos ángeles, y de repente, <br />
en tirabuzón, en hoja muerta, <br />
el aterrizaje forzoso de un espasmo. <br />
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., <br />
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! <br />
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... <br />
la de pasarse las noches de un solo vuelo! <br />
Después de conocer una mujer etérea, <br />
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? <br />
¿Verdad que no hay diferencia sustancial <br />
entre vivir con una vaca o con una mujer <br />
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? <br />
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender <br />
la seducción de una mujer pedestre, <br />
y por más empeño que ponga en concebirlo, <br />
no me es posible ni tan siquiera imaginar <br />
que pueda hacerse el amor más que volando.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7yNEEOmliI/AAAAAAAAAZI/byoXlQPDgZs/s1600/216930206_0644691c6f.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" nt="true" src="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7yNEEOmliI/AAAAAAAAAZI/byoXlQPDgZs/s320/216930206_0644691c6f.jpg" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-40839850113415543002010-04-06T02:13:00.001-07:002010-04-07T06:49:39.522-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7r7LiUgMmI/AAAAAAAAAY4/ZvjrBhv5CvM/s1600/PRUEBA+2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" nt="true" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S7r7LiUgMmI/AAAAAAAAAY4/ZvjrBhv5CvM/s640/PRUEBA+2.jpg" width="409" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">PSEUDOGREGUERÍA MONTIJANA</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-61723054180979987022010-04-06T02:12:00.000-07:002010-04-06T02:12:21.116-07:00<strong>NOCHE ESTRELLADA</strong><br />
<br />
<br />
<em>(…bajo el cielo de Van Gogh.) </em><br />
<br />
La escasa luz se arremolina <br />
y maquilla el otoño <br />
con la suave pincelada del verso<br />
mientras tú me desabrochas<br />
lentamente la camisa.<br />
<br />
Noche estrellada<br />
con flautas y violines a lo lejos.<br />
<br />
Es el espectáculo <br />
que anticipó aquella diapositiva<br />
en las clases de arte:<br />
<em>-¿habéis visto alguna vez</em><br />
<em>algo como esto?-</em><br />
preguntó la profesora<br />
dándonos la espalda por un momento.<br />
<br />
Mira hacia arriba<br />
son los dedos sinuosos del autor<br />
los distintos azules <br />
que se mezclan en el diálogo<br />
manchándonos los ojos.<br />
<br />
Formamos parte de ella<br />
<br />
los torbellinos aguijonean <br />
esta enorme cúpula<br />
donde pasado, presente y futuro <br />
se unen al igual <br />
que en la eternidad de tu sexo<br />
en la que ahora me detengo <br />
dejando fuera la noche <br />
y su desbordante ritmo de luciérnagas.<br />
<br />
<strong>FICPOLIS</strong>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-41873682444992754932010-04-06T02:08:00.000-07:002010-04-06T02:08:41.040-07:00<em><strong>PANTEÓN </strong></em><br />
<br />
<br />
Al volver a abrir la puerta<br />
tu infancia es <br />
un niño tiznado por el polvo<br />
que el tiempo levanta al pasar.<br />
<br />
La casa está vacía<br />
su vida se derrumba <br />
en el terrible desnudo de las paredes <br />
en el suelo que se extiende <br />
como la fosa común de todos tus recuerdos.<br />
<br />
Nunca antes la viste tan oscura.<br />
<br />
El pecho te golpea <br />
con un grito de pánico,<br />
más intenso a cada paso<br />
por la cocina, los dormitorios<br />
o el pequeño desván <br />
poblado de gatos sucios<br />
<br />
en la habitación de tus padres<br />
permanece aquel crucifijo,<br />
parece resistirse<br />
abriendo los brazos para rodear<br />
el pasado que te une a esa casa<br />
ahora fría y lúgubre como una tumba.<br />
<br />
Hay en la cama una fotografía,<br />
dentro de algunas cajas <br />
los relojes destripados que tu padre dejó<br />
cuando él y su oficio<br />
se hundieron en el final.<br />
<br />
No esperes más <br />
cierra la puerta y huye <br />
que yo entiendo tu miedo<br />
pues la muerte a veces triunfa<br />
ocultándolo todo <br />
detrás del olvido.<br />
<br />
<strong><em>FICPOLIS</em></strong>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-54303749393602265352010-03-22T04:19:00.000-07:002010-03-22T04:19:03.404-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S6dSB-8RbMI/AAAAAAAAAXw/tm10Zn-jA6k/s1600-h/Caricatura-de-Valle-Inclan2.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S6dSB-8RbMI/AAAAAAAAAXw/tm10Zn-jA6k/s400/Caricatura-de-Valle-Inclan2.JPG" vt="true" width="331" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-40023612723102198722010-03-21T05:10:00.000-07:002010-03-21T05:12:18.999-07:00<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Man on Wire</b></span><i> </i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Hice algo magnifico y misterioso, y conseguí un práctico “¿por qué?”, y la belleza de todo ello es que no necesité ningún “¿por qué?</i></div> <b>Philippe Petit</b><br />
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">Aunque no han sido pocas las ocasiones en que, mientras veía subir los créditos finales de determinada película, he sentido casi la necesidad de saltar hasta el escritorio para redactar las impresiones que me ha dejado aquello que acabo de ver, siempre he resistido la tentación convencido de que esa es tarea de quienes, con más experiencia y criterio, pueden aportar un análisis más profundo, coherente y enriquecedor para el posible lector que acuda a una crítica cinematográfica. Sin embargo, Man on Wire me ha dejado en las manos un material que es imposible no aprovechar, y no hablo, por tanto, de cuestiones más o menos técnicas, de las que sólo apuntaré el logrado ritmo narrativo a través del cual, en el progresivo descubrimiento de los preparativos de la fantástica hazaña, es capaz de crear emoción e intriga hacia un final que el espectador conoce a priori, y al que nos conduce un genial Philippe Petit agitando los estáticos planos del testimonio mediante esa mágica entonación y mímica circense que acompaña a un discurso tan plagado de literatura que he tardado bastante en elegir la cita que encabezaría este texto. Me refiero concretamente a la maravillosa idea que supone el principio y que late siempre bajo toda la cinta: la locura del artista que sube a la cima del mundo desafiando a la ley y a la muerte movido únicamente por el afán de la belleza.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S6YLwk3efjI/AAAAAAAAAXo/__nddBe2TYI/s1600-h/man+on+wire.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S6YLwk3efjI/AAAAAAAAAXo/__nddBe2TYI/s320/man+on+wire.bmp" /></a></div><br />
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">Este poeta, cuyo sueños seguramente hacen de la órbita lunar un alambre blanco, ve cierto día en un periódico la imagen de las futuras torres gemelas, y entonces, eclipsados por el descubrimiento, sus anteriores logros dejan de tener sentido, ya no importa que haya conseguido escribir un verso en lo alto de Notre Dame, porque para un verdadero artista su labor es ante todo búsqueda, una forma de superación continua que le lleva a plantearse siempre nuevos y mayores objetivos. Y del mismo modo que el equilibrista necesita para alcanzar su meta planear ciertas operaciones a modo de estrategia, el otro poeta, el de a pie, también despliega una serie de preparativos para alcanzar la consecución de su texto. </div><br />
<div style="text-align: justify;">Presentarse en la puerta de las torres gemelas con un gran alambre colgado al hombro e intentar subir así, sin más, sería tan absurdo como imposible, amén de la muestra, por su parte, de una gran falta de profesionalidad. Necesita un plan de actuación y un grupo de amigos, tan locos como él, que le ayuden a diseñarlo y a llevarlo a cabo. Por eso el otro poeta, el de a pie, no puede enfrentarse solo a su tarea, así que organiza continuas reuniones, por lo general llenas de humo y café, en las que alrededor de la misma mesa se sientan los fantasmas de sus admirados escritores junto a todos los poetas que el mismo ha sido y que fue abandonando con el final de cada obra. Es necesario discutir, llegar al común acuerdo de los puntos estratégicos. Determinar que imagen es idónea para pasar desapercibido ante el guarda de la puerta es crucial, y, del mismo modo, la longitud de cada verso deberá responder a un cálculo preciso que evite que alguien dé la alarma al verlos subir por las escaleras. Han de ser movimientos certeros, no pueden transportar la idea atada con un vago lazo a las palabras, hay que sujetarlas firmemente, clavarlas si es preciso con la punta de una honda metáfora y tener siempre a mano un aliteración que llena de eses los haga subir en un suave y súbito silencio. Aunque no lo parezca, la espontaneidad suele ser sólo un efecto óptico, bajo cada caos late un cosmos igual que cada hipérbaton responde a un contundente sentido. </div><br />
<div style="text-align: justify;">Nada debe estar relegado a la improvisación. Esta fue quizás la máxima del entonces joven Philippe, máxima a la que, dadas las circunstancias, no tuvo más remedio que desobedecer en algún momento de aquella histórica hazaña, cuando, por ejemplo, permanecieron ocultos bajo una lona a la espera de ver el terreno libre de cualquier peligro. Y es que hay que saber domar la urgencia que cabalga junto a todo momento creativo y hacer de la serenidad un arma productiva. Es por eso que el otro poeta, el de a pie, tiene que saber alejarse del texto en determinado momento, dejar que se enfríen y solidifiquen sus formas para enfrentarse luego a él desde un punto de vista que habrá ganado en objetividad. Pero el equilibrista terminará por salir de su escondite, el texto de su cajón, y todo continuará. </div><br />
<div style="text-align: justify;">En la última planta, a la intemperie de la noche, el boceto ya ha dejado hace tiempo de serlo y se ha convertido en una obra que necesita ser rematada, pulida. Hay que llevar a cabo los últimos pasos del proceso, aquellos que necesitan un pulso seguro y afilado que debe mantener siempre una concentración dulcemente estresante. Poco a poco irá llegando el día con la niebla de las dudas, la desesperación producida por una flecha que no acaba de encontrar su destino, pero hay que persistir, hacer del arte un impulso vital que obliga a seguir siempre hacia delante, trabajo, trabajo y más trabajo para que Philippe, por fin, vea su alambre dispuesta entre las nubes y resistiendo al viento gracias a los acentos que la sujetan con fuerza a la vigas de cada torre.</div><br />
<div style="text-align: justify;">Es entonces cuando el otro poeta, el que ya no es de a pie, en la torre opuesta a la de Philippe, comienza, a la par que éste, su camino hacia el centro del alambre, donde ambos se encontrarán para perderse en su desafiante equilibrio como el niño que inmerso en su juego es capaz de vencer a la muerte armado únicamente con su imaginación.</div><br />
<div style="text-align: justify;">Y ante todo esto no podemos olvidar el último y crucial objetivo de tanta dedicación, el cual no es otro que el de conseguir que alguien, al amanecer, cierre tu libro y se vea a sí mismo andando por el cielo, junto a un poeta, entre las brumas de un nuevo día</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-2236339714856614742010-03-16T09:35:00.000-07:002010-03-21T05:15:48.486-07:00<div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><meta content="text/html; charset=utf-8" http-equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 11" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 11" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><style>
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</style> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">De mi primer viaje a París conservo el gratificante recuerdo de las visitas que hice al café <i>Le cercle</i>, lugar de reunión de una serie de viejos poetas vanguardistas que insistían en su anacronismo como principal eslabón de la amistad que los unía, y gracias a la cual gastaban las tardes en interminables licores intercalados con la puesta en común de sus anécdotas, reflexiones y alguna que otra composición improvisada. Afortunadamente anoté varias de ellas:</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- El absurdo del ser humano reside en su ambición, en su gula por sacar partido de forma conjunta a todos los recursos de los que dispone sin pararse a reflexionar sobre la rentabilidad de utilizar cada uno en su momento. Los ojos, por ejemplo. ¿Para que llevar los dos ojos abiertos a la vez? ¿No nos damos cuenta del beneficio que puede aportarnos el guiño? Si fuésemos por vida con un solo ojo abierto, cada vez que un problema se presentase ante nosotros sólo tendríamos que cambiar de ojo para que dicho problema se desplazase a un lado y nos dejase el camino libre.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b> </b></i><br />
<i><b> Charles l'imberbe</b></i><br />
<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Hoy tus besos saben a cueva, dijo mi mujer, y se quedó dormida mientras yo me ponía la dentadura para responderle.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><br />
<i> </i><i><b>Piere Logan</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Ayer me llamó la muerte por teléfono</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>-¿Y tú que le dijiste?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Que se había equivocado de número.</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b> </b></i><i><b> </b></i><br />
<i><b> Anthuan le mort</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><b> </b></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Esta mañana no encontré ningún libro que llevarme a la cabeza, así que me puse frente al espejo con mi viejo bombím. Pero no tardé en quitármelo, </i><i>hace tiempo que</i><i> los sombreros están pasados de tristeza.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i> <b> </b><b>Arthur le croac</b></i><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b><br />
</b></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><o:p></o:p></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Cada vez que me desnudo ante mi mujer digo en voz alta: "la sangre son los hilos que tiran de la vida, y nadie tiene armas para luchar contra el tiempo que, antes o después, acaba siempre por cortarlos". Así me siento justificado ante los ojos de ella, que suelen dedicar una mirada de tristeza a la que era su marioneta favorita. </i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b>Piere Logan</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b><br />
</b></i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Perdone, ¿por qué le llaman a usted “el entendedor”?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Porque la entelequia es mi único axioma.</i><br />
<br />
<br />
<i> </i></div><i><b> Charles l'imberbe</b></i><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> -</i><i>La memoria es un gato que juega con me cerebro, mojado ovillo de recuerdos</i><i>. <b></b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><b> </b></i><i><b> </b></i><br />
<i><b> Tom le loquer</b></i></div><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b> </b></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Ayer volvió a llamarme la muerte por teléfono.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- ¿Sí?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Sí, se presento, pregunto mi nombre y en cuanto le respondí me dio una fecha, 14 de Julio</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> - ¿Y tu que le dijiste?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Que se comprara un calendario nuevo, el que tenía estaba averiado, ayer fue 6 de Marzo.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b> </b><b>Anthuan le mort</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b><br />
</b></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- …y al entrar me encontré con una gran mesa repleta de los más exquisitos manjares:</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> Meló con jamó, Salmó ahumado, ebutidos ibéricos, pastel de almedras…</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>-¿Por qué se come usted las enes?</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Porque con tanta comida delante a uno le resulta difícil no picar aunque sea un poco…</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b>Arthur le croac</b></i><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Después de la cena por mi cumpleaños, mi mujer destapó la botella del licor más fuerte que pudo encontrar. Haciendo uso de una dulce insistencia consiguió que bebiese casi la mitad y, cuando el alcohol me subió lo suficiente a la cabeza, tiró de mi hasta la habitación, dijo “ahora llega tu regalo”, y se desnudó…..siempre quise hacer un trío.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b>Piere Logan</b></i><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Tengo un sueño tan profundo que tuve que comprarme una escafandra para llegar hasta el subconsciente. El surrealismo es un deporte muy caro.</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i><b>Charles l'imberbe</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Cada vez que miro el firmamento pienso en el pobre Dios y su factura de la luz.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b>Tom le loquer</b></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Aunque hace ya mucho que perdí el pelo, nunca dejaré de peinarme la calva, quizás un día encuentre, camuflada en el brillo, alguna idea reluciente. </i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i> <b>Anthuan le mort</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b><br />
</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Mi más largo y preciado apéndice tiene la virtud de llegar antes que yo a los sitios, es como una brújula que recta me marca el norte, no puedo evitar verla siempre en dirección a todos mis objetivos…..en fin, es lo que tiene ser de nariz grande…</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i> <b>Charles l'imberbe</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b><br />
</b></i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Igual que los chinos amasan el aire con su Tai Chí, yo he pasado todo el día pintándolo. Si no ven restos de pintura en mi traje es porque uso color transparente.</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b>Tom le loquer</b></i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><o:p></o:p></i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- En realidad, mi sueño fue siempre dedicarme a las finanzas, pero los años hacen que uno abra los ojos y se baje por fin de las nubes. Me di cuenta que de algo habría que comer, y me hice poeta.</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i><i> <b>Arthur le croac</b></i><br />
<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Ayer fui yo quien telefoneó a la muerte</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- ¿Y que le dijiste?</i></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>- Le pregunté si estaba bien, hacia mucho tiempo que no llamaba.</i></div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> </i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i> <b> Anthuan le mort</b></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S5_EwWGUJ8I/AAAAAAAAAXg/bOi2gmLkHcA/s1600-h/dali.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="101" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S5_EwWGUJ8I/AAAAAAAAAXg/bOi2gmLkHcA/s320/dali.jpg" width="320" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></div><br />
<div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p><i><b> "Apuntes desde el aire" Diario de Hipólito el poeta</b></i></o:p></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-46466492261216289962010-02-27T16:31:00.000-08:002010-02-28T01:58:59.735-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m5X-5RFsI/AAAAAAAAAWw/pNcI0CBKKaQ/s1600-h/DESENLACE+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a><a href="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4o-XCNrBUI/AAAAAAAAAW4/I2RRh7gf1UU/s1600-h/DESENLACEw.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4o-XCNrBUI/AAAAAAAAAW4/I2RRh7gf1UU/s320/DESENLACEw.jpg" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-27559471270530320022010-02-27T16:30:00.000-08:002010-02-27T16:30:10.096-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m5AOseNHI/AAAAAAAAAWo/hQm5dR5W9lY/s1600-h/cielo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="226" src="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m5AOseNHI/AAAAAAAAAWo/hQm5dR5W9lY/s400/cielo.jpg" width="400" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-58181410446022142912010-02-27T16:29:00.000-08:002010-02-27T16:29:02.508-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m4u_kn9-I/AAAAAAAAAWg/TnWlf41Ivs0/s1600-h/La-Barca-De-Caronte-%2428the-Barque-Of-Charon%2429+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="194" src="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m4u_kn9-I/AAAAAAAAAWg/TnWlf41Ivs0/s320/La-Barca-De-Caronte-%2428the-Barque-Of-Charon%2429+copia.jpg" width="320" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-22109926597135736442010-02-27T16:27:00.000-08:002010-02-27T16:27:10.380-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m4TC_KpNI/AAAAAAAAAWY/BweCBnBP6dI/s1600-h/borges+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m4TC_KpNI/AAAAAAAAAWY/BweCBnBP6dI/s320/borges+copia.jpg" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-90608649674907673422010-02-27T16:25:00.000-08:002010-02-27T16:25:20.578-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m318t8QcI/AAAAAAAAAWQ/otbqkDFdxN0/s1600-h/ego.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="164" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4m318t8QcI/AAAAAAAAAWQ/otbqkDFdxN0/s320/ego.jpg" width="320" /></a></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7629726342453218275.post-34847474958492001452010-01-20T15:28:00.001-08:002010-03-01T12:25:18.751-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4wh9315d9I/AAAAAAAAAXI/_Qq6gTQPd-8/s1600-h/llalal.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://3.bp.blogspot.com/_gmRyV1BmxMU/S4wh9315d9I/AAAAAAAAAXI/_Qq6gTQPd-8/s400/llalal.jpg" width="345" /></a></div><meta content="text/html; charset=utf-8" http-equiv="Content-Type"></meta><meta content="Word.Document" name="ProgId"></meta><meta content="Microsoft Word 11" name="Generator"></meta><meta content="Microsoft Word 11" name="Originator"></meta><link href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CUsuario%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml" rel="File-List"></link><style>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><b>Epílogo</b></i> <br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El seis de diciembre de 2009, Montijo amaneció alarmado por el rumor que de boca en boca fue expandiendo la noticia de tener deambulando por sus calles al fantasma de Hipólito el poeta, hecho que la imaginería popular, haciendo uso de un ingenio inaudito, explicó con la invención de que había regresado del otro mundo para escribir el verso que solo puede escribirse una vez conocida la muerte.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Algún tiempo tardó en olvidarse un misterio que nunca dejó de serlo, y que durante varios meses convirtió a Hipólito en el personaje de ficción que quizás le hubieses gustado ser en vida, pues sí algo había cierto en aquello, es que Hipólito murió durante esos días, pero no la noche del cinco de diciembre, como en un principio pensaron todos y, más que nadie, su sobrina política.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">A sus ochenta y tres años Hipólito se vio obligado a abandonar el que había sido el hogar de sus padres para instalarse con un sobrino que tuvo que batallar con él para convencerlo de que a su edad ya no era conveniente que estuviera sólo, y que con él y su familia tendría siempre un sitio. Hipólito supo siempre que esa era una verdad a medias, de la cual la parte de mentira la llevaba Encarna, mujer de éste y quien, desde un primer momento, mostró sutilmente su incomodidad ante un huésped tan inoportuno. Pero Hipólito, aun siendo consciente de ello, olvidó pronto las reticencias a dicha mudanza animado por el ambiente familiar de aquella casa donde la locura de tres niños que no superaban los diez años hacía que el silencio brillase por su ausencia, y llenaba la rutina del poeta de una vida desconocida hasta entonces para él. <br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No obstante, el tiempo en soledad hace de todo hombre un ser huraño y sus costumbres, a fuerza de repetirse, terminan por admitir el matiz de rituales inviolables. Se hacia difícil la convivencia con alguien que muchas noches se encerraba en su habitación escuchando tangos a todo volumen y bebiendo alguna botella que nadie jamás supo donde la escondía, pero que sin duda existía porque más de una vez salió de la habitación de madrugada y borracho, tirando a su paso todo lo que encontraba. Alguien a quien nunca se le podía importunar en sus momentos de lectura por miedo a su desagradable reacción, alguien que se enrabietaba violentamente en la mesa cuando en la televisión los políticos decían algo que no era de su agrado, o alguien incapaz de fingir y que dedicaba el poco amor que le quedaba a los niños y a su sobrino, mientras que para Encarna, quien cargaba todo el trabajo de su mantenimiento, dejaba una afilada ironía que acabó convirtiendo la incomodidad de ésta en algo muy parecido al odio.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Pero ambos sabían que aquella rivalidad no duraría demasiado, ya que Hipólito sintió de golpe todo el peso de su edad y entró en una decadencia que en un año le fue quitando poco a poco la energía hasta el día en que se vio sin fuerzas para levantarse de la cama. Fue entonces cuando decidí visitarle.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Una niebla espesa inundaba la calle la noche en que Encarna abrió la puerta y se encontró conmigo. <i>Hipólito esta dormido y muy cansado, es mejor que ahora no vea a nadie</i>, respondió ante mi petición de entrar. Pero no pudo dejarme fuera cuando comprobó, tal como le insistí, que el poeta no estaba dormido, todo lo contrario, había despertado con una vitalidad como hace tiempo no tenía. Me senté a los pies de la cama mientras el médico, que ya había terminado su reconocimiento diario, recogía sus utensilios y nos advertía que podíamos estar tranquilos, pues por ahora se encontraba bastante estable. <br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Creo recordar que pasé cerca de una hora metido en aquella habitación, mecido por una conversación que hondeaba entre la literatura y la vida, o entre la ficción y la realidad, de la que Hipólito, entre risas, se jactaba ser un sabio desconocedor.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">- Muy a mi pesar, caballero, tengo que marcharme- dije llegado el momento de irme, mientras me ponía el abrigo y sacaba de él un libro que le tendí justo antes de darle la mano – Como siempre, ha sido un auténtico placer.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">- Muchas gracias por el libro, Don Antonio, no imagino a nadie mejor que al señor Unamuno para darme la extremaunción.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En el camino de vuelta fui revisando lentamente la vida de Hipólito, los desordenados capítulos que de él conocía, los versos que pude leer, toda una historia que continuó girando en mi cabeza durante una noche en la que varias veces me asaltó también la pregunta de si realmente existe una muerte digna. No dormí prácticamente nada, ya que conseguí conciliar por fin el sueño cuando amanecía, pero pocas horas después me despertó una vecina que desde la calle, totalmente histérica, gritaba a los cuatro vientos que había visto el fantasma de Hipólito el del tabernero.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Para cuando la mujer logró recuperarse ya circulaba por todo el pueblo la noticia que a partir de los testimonios de otros vecinos, que también afirmaban haberlo visto, se fue exagerando y transformando con gran rapidez en un cuento donde se hablaba de un Hipólito enorme y poderoso, vestido de negro y con una lista de personas que llevarse a las tinieblas, o un Hipólito malvado que en la punta de su bastón tenía la magia negra de la muerte.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Fueron cambiando las versiones del relato hasta que se impuso, con los meses, la que, libre de adornos literarios, supuestamente se ajustaba con mayor precisión a los verdaderos hechos. Según ésta, la noche antes de las apariciones Hipólito recibió una extraña visita de alguien cuya identidad nunca se supo, una visita tras la cual el poeta quedó sumido en un profundo estado de relajación con el que pronto pudo quedarse dormido. Todo lo contrarió que Encarna, quien ,incomoda por sentir el hueco en la cama que dejaba la falta de su marido, de viaje por trabajo, no hacía otra cosa que intentar dormirse mientras se preguntaba quién podría ser el joven que hace unas horas había estado largo rato con Hipólito. Agobiada por el insomnio, decidió levantarse e ir a ver la tele, descubriendo en el camino al salón que de la habitación de Hipólito salía la luz de la lámpara, ella misma habría olvidado apagarla al salir de allí.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Desde la puerta vio claramente que Hipólito estaba muerto. Se acercó al cuerpo para cerciorarse y le cruzó los brazos sobre el pecho. Quince minutos después ya había salido de la habitación habiéndolo vestido con uno de los muchos trajes que había en su armario. Eran las cinco de la mañana y Encarna llamó entonces a su marido y a algún familiar íntimo que le hiciese compañía hasta que comenzase propiamente el duelo.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En breve fue a abrir la puerta a su hermana, y juntas acondicionaron la casa para toda la gente que pronto iría llegando. Llamaron después al médico y al seguro que dio aviso a la funeraria, por lo que a las siete en punto el coche fúnebre aparcaba cargado con un ataúd que permanecería vacío durante mucho tiempo, porque cuando guiados por Encarna, lo llevaron a la habitación, encontraron vacía la cama donde debería estar Hipólito.<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Sin embargo, en dicha versión de la historia, por puro desconocimiento, se omite la narración de lo sucedido una hora antes de la llegada del ataúd, momento en que las primeras luces del día entraron por la ventana despertando a Hipólito y descubriéndolo vestido con el que siempre había considerado uno de su mejores trajes, ante lo cual se levantó, cogió su bastón y su más elegante sombrero, y salió por la puerta para dar uno de esos paseos que tanto echaba de menos. <o:p></o:p><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> Hipólito se sintió de nuevo con energías para salir a la calle mascando un verso, para andar sobre heptasílabos y endecasílabos, para llenar su camino con los acentos y las metáforas irónicas que le iban sugiriendo las miradas de pánico de los vecinos que se cruzaban con él y a los que, seguramente minutos antes, les habrían comunicado la muerte de este esa misma noche. Saludaba con grandes reverencias, jugaba con el bastón en un alegre estilo chaplinesco y alargó su paseo durante tantas horas que el pueblo entero, confuso, terminó por perderle la pista. <o:p></o:p><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Realmente nadie supo nunca que fue de él, puesto que la mayoría de los vecinos, aunque admiten todo el resto de la historia como verdadero, se niegan a creer un final que cuenta como un pastor lo vio subir a lo más alto del monte y situarse en el borde de un despeñadero desde donde, con los brazos abiertos, se dejó caer hacia el abismo. Quizás tengan razón y esto, como tantas otras cosas, sea solo el fruto de la imaginería popular, porque alguien, pasado el tiempo y movido por la curiosidad, se acercó allí un día en busca de los restos del poeta, pero no encontró nada, ni rastro del cuerpo, tan sólo dio con un pequeño diario en cuya portada podía leerse: “Apuntes desde el aire”. <o:p></o:p><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com1