9 de diciembre de 2008

Igual que la tormenta
llena de arterias blancas la noche
un caballo suave eléctrico
ilumina mi cuerpo lo lleva
hasta el agua mansa del techo
hasta el amniótico estanque
donde mi sangre se oye
lejana y sucia como las sábanas
donde descansas tú:
piel condenada al hueso
momia que esperas abierta
mi caída en un puñal
certero para clavarte a la vida.

Y volver de nuevo a ti
ya no tiene sentido,
porque es este descenso
quien deja podrido el sexo y los dientes
enfermos de esa noche
en la que los yonkies jugamos
a vivir de la tormenta.

(Nocturnos)

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