26 de mayo de 2009

19 de Mayo de 2009

Vender prensa impone la rutina de organizar todas las mañanas los últimos testimonios escritos de nuestra historia, archivar uno a uno los textos que por última vez han intentado explicar y exponer el funcionamiento del complejo sistema que el hombre ha diseñado para sobrevivir. Esa es la tarea obligada de las ocho de la mañana, y Jesús conocía pocas formas mejores de empezar el día. Ya en su infancia, mientras pasaba los veranos con su padre en la tienda, había participado en aquel acto que originó, a la vez que sació, sus más tempranas ansias de lectura. Jesús creció en un mar de tinta que se desprendía de mesas y estantes cuando la tienda estaba libre de clientes, y que al desaparecer quedaba como única prueba del naufragio una muestra negra de su espuma en el dedo índice de la mano derecha. No es bueno que un niño de tu edad lea tantos periódicos, decía su madre mientras le frotaba las manos antes de comer, pero ya era tarde, porque las todas las páginas leídas se habían encargado de obligarlo a saborear ese veneno que algunos tienen la suerte de disfrutar. De tal forma se había aficionado a la palabra escrita, que ahora, pasados los años, los primeros titulares de día eran solo el inicio de una larga jornada que avanzaría por la prensa deportiva, volvería a los periódicos más importantes en el remanso del mediodía, y tocaría su fin con cualquier fragmento de la literatura universal extraído de alguna colección de grandes obras. Hoy, como siempre, Jesús ha repetido su ceremonia diaria. Ha levantado la verja de entrada y cogido el gran paquete de periódicos, los ha dejado en el estan y ha encendido una a una las luces dando su amanecer particular a la habitación. Del pequeño cajón destinado a facturas y demás papeles ha sacado la navaja para romper el cordón que sujeta los periódicos. Entonces la mañana ha caído en un lento precipicio, El mundo despide hoy a Mario Benedetti, fallecido ayer en Montevideo. Hay momentos en que la incredulidad se presenta como único recurso para combatir una realidad dolorosa, por eso Jesús ha ido buscando por toda la prensa el rastro de aquella noticia, olvidando su trabajo ha registrado las páginas con la absurda esperanza de encontrar tan sólo una palabra que desmintiese lo que acababa de leer. En este loco ajetreo de papeles lo ha sorprendido el primer cliente del día, un comprador habitual que sólo tenía que abrir la puerta para que Jesús fuese sin mediar palabra en busca del periódico de siempre, en busca del tabaco de siempre y en busca de los mismos caramelos de siempre. Con la cabeza gacha le ha acercado su compra sabiendo que de alguna forma era portador de una verdad desagradable, Apúntamelo en la cuenta, que tengas un buen día, y al cerrarse la puerta el precipicio ha parado definitivamente los relojes dejándolo todo en un silencio impenetrable al que apenas rozaba el sonido del tráfico.

Cuando por fin ha llegado la hora de cerrar Jesús ha apagado las luces sintiéndose solo y demasiado cansado. En el camino a casa ha intentado, como siempre, revisar mentalmente las cuentas del día: ventas, compras y, hoy especialmente, versos que nunca llegarán a escribirse. Y la noche se ha demorado afanada en dejar a Badajoz suspenso en la luz suave de las despedidas, la misma luz que entrando por la ventana hacia de Soledad una composición de sombras mientras dormía en el sofá. Jesús ha abierto despacio la puerta, sin hacer ruido, pero no ha podido evitar despertarla al sentarse junto a ella.

Estas serio ¿Te pasa algo?
Nada, amor,
que tu nombre
es hoy más oportuno que nunca.

Con cada prenda que ella se quitaba la sala iba oscureciendo hasta que finalmente llegó la noche y su maravilloso desnudo. Jesús comenzó entonces un beso que se alargo desde el pubis hasta los tobillos y se tendió a la espera, consciente de que la mujer que tiene los pies hermosos sabe vagabundear por la tristeza…





A la memoria de Mario Benedetti, porque sólo los grandes poetas tienen la luz necesaria para que de la sencillez brote la belleza.


3 comentarios:

el espontáneo dijo...

Precioso. Nos seguiremos manchando los dedos de tinta mientras haya gente como tú que se encargue cada día de hacernos más tristes,más soñadores, más felices, más imaginativos y sobre todo más libres.

Escribe a diario, por favor.

Sole González dijo...

Joder, Antonio que bonito, me has dejado sin aliento.

Da gusto ver como eres capaz de acariciar asi las palabras.

Genial

barton dijo...

Bravo, amigo.