27 de enero de 2009

Cuando la música acabe

a Borja

El calor
hace arena del infierno
y la muerte anuncia aguda
su llegada desde fondo
negro de las trompetas

Tu destino permanece
inmóvil frente a ti, soy
la sangre helada por el odio.

Puedo ver el sudor
cayendo al miedo de tus ojos
al abismo que penetro
con la mirada en busca
de la piel donde ha de entrar
ardiente mi flor de plomo

Sopla aun más fuerte
el viento fúnebre de los metales
crece y sube por el aire
en llamas hasta el silencio
que cae dando la señal

es el momento un silbido
corta la distancia germina
hacia ti la vida sucia
y hedionda de los buitres

pétalos rojos se abren
espesos en tu vientre.

Cuando llegaste las campanas
conocían ya tu nombre
y alguien había trazado
las medidas para la tierra.


Nocturnos
EMBRIAGAOS. Charles Baudelaire

Es preciso estar siempre ebrio. Esto es todo: la única cuestión. Para no sentir la horrible carga del tiempo que desgarra vuestros hombros y os inclina sobre la tierra, es preciso embriagarse sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os parezca. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las escaleras de un palacio, en la verde hierba de una zanja, en la triste soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida o desparecida ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es, y el viento, la ola, la estrella, el pájaro y el reloj os responderán: “¡Es la hora de embriagarse!” ¡Para no ser martirizados, esclavos del tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os parezca.

20 de enero de 2009

MARÍA MAGDALENA

y me agradecerás
la difícil tarea de tu supervivencia
Luis García Montero


Me veo
apenas
con la punta de las uñas torcidas
como el cauce de un incendio provocado.
Me siento
apenas
de sabor azul
como una cuchara quemada
y sé
que un tren no puede llevarme
de vuelta a casa.
Pienso en la sangre
como respuesta al asfalto
y en cómo la muerte
puede entenderse
por un corte de pelo.
Y sé
que unos pies no pueden llevarme
de vuelta a casa.
Me dejo llevar
por todos aquellos
que fingen ser mis amantes,
pero ninguno clama por mí
con la voz del penitente.
No hay salvadores en paro,
pero sí cruces vacías.
Y sé
que un hijo no puede llevarme
de vuelta a casa.
Y sé
que un hombre no puede
hacerme volver a casa.
Miro
apenas
mis uñas torcidas,
mi fuego incauto,
y pienso
en cómo la vida se echó a morder
como un extraño
que cree que el verano
es tiempo de regresos.
Siento
apenas
que mis párpados se cierran
como una ola sobre la arena
y me sumerjo, ebria,
bajo una brisa atemporal.
Pero sé
que un recuerdo no puede llevarme
de vuelta a casa,
que la memoria no puede llevarme
de vuelta a casa,
que mis pecados
no son ninguna casa.

Camino sobre un asfalto carmesí,
el sol, al frente,
como un punto cardinal,
pero uno distinto, nuevo,
que ya no da luz,
sólo oscuridad.

Rui Díaz Correia
DAIFA

Sobre vuestros disfraces arrugados
yo nevaré mis versos.
Gerardo Diego


Se voló la memoria
de un sólo olvido
y no fue suficiente:
su lengua continuó
centelleando
como el vapor
de una tormenta.
No pudo usar pasado
para llenar carencias
en el presente.
Mientras, los ecos
inauguraban
su inane locura por
añorar el futuro.
La palabra escribió
en la piel de un escombro:
la memoria colectiva es una guerra individual.
Después de aquel principio
se voló la vida de un
sólo recuerdo.

Rui Díaz Correia